Hoy es el centenario del nacimiento de Ian Fleming, el escritor conocido como el padre de James Bond, el espía de ficción más popular del mundo. Intenten comprar cualquiera de sus novelas hoy en España: no tendrán éxito: ninguna editorial ha tenido el ojo comercial de reeditar las novelas de Fleming, y eso que todos los libreros consultados sueltan la coletilla:”siempre se vende como churros”. Así que a todo el mundo le tocará acordarse del padre de James, pero nadie, neofito lector al menos, podrá hacerse con parte de su obra. Les quedará las bibliotecas y los de segunda mano.
A Fleming le hubiera gustado ser Bond. Pero no se crean que tuvo una vida aburrida, como escucharán, leerán y verán hoy en todos los medios.
Nació el 28 de mayo de 1908 en el seno de una familia rica. Su padre, miembro del Parlamento británico, murió en la Gran Guerra cuando él no había cumplido los 10 años. Su madre, Valentine Fleming, debía guardar la herencia para luego darsela a sus hijos, con lo que Ian no pudo disfrutar de la opulencia que luego derrochó en sus novelas. Además, tenía un hermano mayor, Peter, mal negocio para los herederos de familias tan nobles.
En el colegio de Eton – vivero de la clase política y de parte de los grandes espías británicos – el joven Ian fue un destacado atleta, algo innoble para todo un Fleming. Luego llegó el Ejército, donde pasó sin pena ni gloria, y una etapa en Austria donde olvidó sus orígenes y pudo empezar a vivir en pleno estado puro.
Dos constantes movían al joven Fleming: primero quería aventura, mucha aventura; segundo, quería tener una vida de lujo y para el lujo. ¿Les suena verdad? Cierto, era lo que luego sería su personaje, James Bond.
Así Ian llegó a estar en la plantilla de Reuters, a la sombra de su hermano Peter, que por aquel entonces cosechaba todo el éxito como viajero, aventurero y reportero. Sin aventuras – salvo al perecer un juicio que cubrió en Rusia – Ian decidió volver a Inglaterra a hacerse rico: así se metió a trabajar en la banca.
Mujeres, juergas y lujo ocuparon esta etapa de Ian, hasta que empezó la guerra: allí entraría de lleno en el mundo de la inteligencia, labrada previamente con sus relaciones con los servicios exteriores, donde intentó ingresar, y al parecer, solo al parecer, fracasó. Fleming pasó toda la Segunda Guerra Mundial como asistente del almirante John Henry Godfrey, cabeza de la inteligencia Naval, arma de la que por cierto, procedería James Bond.
Bien entrada la guerra, Fleming, con el rango de comandante, pone en marcha la 30 Unidad de Asalto, especializada en acciones de comando tras las líneas enemigas, y que estaba integrado por agentes que son el modelo para los doble cero, del que Bond sería el mejor exponente.
Fleming idea, además, la operación Goldeneye, diseñada para asegurar que Gran Bretaña pudiera comunicarse con Gibraltar en caso de que España se decidiera a ser aliada de los alemanes. Con ese nombre, que es el de un pájaro, bautizará años más tarde su casa en la paradisiaca Jaimaca.
Más allá de sus servicios al Reino Unido y a su Majestad, Ian Fleming puede ser considerado sino uno de los padres de la OSS (el embrión de la CIA) si uno de los que asesoró más estrechamente a William Joseph Donovan, el padre de la CIA.
Con todo este bagaje a Fleming – que no paró de rodearse del lujo, con las limitaciones de la guerra, y de mujeres hermosas, o al menos intentarlo – solo le quedaba crear a su personaje.
Trasladado a la paradisíaca Jamaica, Fleming empezó a escribir Casino Royal, la primera entrega de James Bond, en 1952 mientras esperaba que Anne Rothermere, mujer que esperaba un hijo suyo, conseguía divorciarse. Para el nombre su agente eligió el de un ornitólogo estadounidense, una de sus pasiones, junto al golf.
Así nació Bond, el éxito de un hombre que quiso ser su personaje, pese a tener una vida muy alejada de lo convencional. El alcohol y el tabaco le acompañaron, hasta su muerte el 12 de agosto de 1964 a la edad de 56 años, y con 14 novelas del agente secreto más conocido de la historia.
Este éxito se debe sobre todo a las adaptaciones cinematográficas, muchas de ellas alejadas del espíritu de James Bond en blanco sobre negro, que no sólo bebía Martini con Vodka (que bautiza en Casino Royal como vesper, el nombre de una mujer que aparece en la novela), sino también bourbon (por muy británico que fuera), y jamás té, que consideraba la ruina del imperio británico.
En su tierra, una exposición recuerda la figura de Ian Fleming. Ahora, aprovechando el tirón del centenario de Ian Fleming, el escritor Sebastian Faulks ha escrito una nueva entrega de James Bond, Devil May Care. Lo leeré, pero no creo que sea lo mismo.
Enlaces relacionados:
— Frases de James Bond, por película (en inglés).
— Página del Ian Fleming Center.
— Archivo 007.
— ¿Los sabes todo de James Bond? ¿Seguro?
— La tumba de Ian Fleming.