Charlie tenía pocos meses, quizá días, y ningún nombre cuando fue rescatado por una patrulla de soldados de EE UU. Uno de los sargentos no pudo resistirlo y decidió adoptarlo, en secreto, para no enfadar a sus superiores por contravenir las normas. Así, Charlie creció entre los soldados, hasta que el sargento tuvo que volver. Se lo tenía que traer con él a casa, pero no podía meterlo en el avión. Llamó a una ONG para ver que podían hacer. Hoy, gracias a esa organización, Charlie está en EE UU con su sargento adoptivo. Charlie es un collie, un perro.
La noticia ocupa la atención de varios medios de comunicación, entre ellos el prestigioso Washington Post, aquel periódico donde se escribió el caso Water Gate, y cuya portada – al menos en la edición digital – guardaba un espacio con foto para esta historia. Interés animal, más que humano.
Y no va a a ser el único caso de mascotas rescatadas por esta ONG – Society for the prevention of cruently to Animals International, o SPCA – ya que tiene al menos 11 solicitudes de soldados estadounidenses para que “rescaten” sus mascotas de Irak y Afganistán.
Charlie y una de sus rescatadoras. Foto TWP
Su campaña ha recibido el nombre de operación Baghdad Pups. En esta web especial para esta campaña absurda, leemos como Charlie ha pasado de estar “en una zona de guerra a un hogar real”.
Sencillamente es indignante ¡La cantidad de dinero que se van a gastar estos protectores de animales para rescatar las mascotitas de los soldados! Hay que ser más animal que las propias mascotas: con la cantidad de necesidades que tienen los iraquíes, estos activistas se dedican a rescatar mascotas.
Pero esto no es nada nuevo: en pleno asedio a Madrid durante la Guerra Civil, una asociación de protección de animales inglesa vino a interesarse por la suerte de los gatos callejeros y a intentar rescatarlos de las calles. Los idiotas se debieron quedar espantados al conocer que el hambre en tiempos de guerra te hace comer hasta los gatos. Siempre hubo g.., y perdón por la expresión.