El conflicto entre Rusia y Georgia por la región independendista de Osetia del sur no ha sorprendido a quienes siguen la realidad del Cáucaso. El número de esta semana de la revista The Economist dedicaba un análisis a la región — Bang bang, who’s dead? –, y recalcaba el aumento de la presencia militar rusa en Osetia y de la impaciencia de los georgianos. El viernes se ha iniciado un conflicto, primero con bombardeos e invasión de Georgia sobre la región rebelde, protegida por Rusia, y con la consiguiente reacción del Kremilin que ha contraatacado bombardeando objetivos en territorio georgiano y enviando carros de combate a la capital, Tsjinvali.
El momento. Georgia ha elegido el inicio de los Juegos Olímpicos para bombardear y ocupar la capital de Osetia. Independientemente de la llamada paz olímpica – que a estas alturas nadie puede esperar que se respete – no es casual el momento elegido: Putin, ahora primer ministro, se encontraba en la inauguración de los Juegos, y desde allí se mostraba rotundo: “La guerra ha comenzado“. Quien tenía que responder, de todas formas, era el presidente ruso, Dmitri Medvédev, visto como un títere en las manos de Putin. Si la guerra de Chechenia fue la que catapultó y afianzó a Putin en la presidencia años atrás, este conflicto puede suponer la misma oportunidad para el nuevo presidente.
El objetivo georgiano. Las escaramuzas entre georgianos y rusos – con Osetia como telón de fondo – no son nuevas, pero no han alcanzado la intensidad del pasado viernes. Georgia no puede ni soñar con una victoria militar. Rusia es superior hasta en el terreno: Georgia limita al norte con Rusia y la otra república independiente (Abjasia), y por el este con el Mar Negro, donde la superioridad naval juega también del lado ruso. Por tanto, Georgia no puede estar buscando una victoria con las armas. El objetivo de este ataque es conseguir una mediación internacional que consiga reducir la presencia de Rusia de ese territorio, donde tiene desplegados “una fuerza de paz”. El presidente georgiano, Mijaíl Saakashvili, quiere terminar de una vez con este conflicto que le supone el cierre de la OTAN, y que ha sido la causa de llegar a la presidencia.
El movimiento. Hay que decir que Georgia ha jugado, de momento, sus bazas de manera excelente para la consecución de su objetivo, que no es otro que la intervención internacional. Saakashvili le ha dado la vuelta a la tortilla y ha asegurado que son los rusos los que buscan una invasión de Georgia. Quizá el movimiento más importante de estos dos días no han sido los bombardeos sobre la capital rebelde. El movimiento se producía a varios miles de kilómetros: Georgia ha decidido retirar a sus 1.000 efectivos desplegados en Irak. Con ello puede conseguir que se hable del conflicto también en la opinión pública estadounidense, obsesionada por la guerra de Irak. El conflicto entre Georgia y Rusia puede entrar en liza en la campaña electoral estadounidense, ya que McCain se ha mostrado como un estrecho partidario de Saakashvili.
El apoyo de EE UU. Georgia se ha acercado cada vez más a EE UU y a la UE, pese que no han querido que la antigua república soviética entre de facto en la OTAN. Ni EE UU ni los países europeos se puede permitir el lujo de tener un aliado militar en conflicto con Rusia. Esa es la razón principal por la Georgia no está en la OTAN. Ello no quiere decir que Georgia no actúe de punta de lanza de UE y EE UU. En el inicio de este conflicto ha estado marcado por el apoyo de EE UU a Georgia: “Pedimos a Rusia que cese los ataques aéreos y con misiles contra Georgia, respete la integridad territorial de Georgia y retire sus fuerzas de combate terrestres del territorio georgiano”, afirmó ayer la secretaria de Estado Rice en un comunicado, añadiendo que quiere proponer una “mediación internacional” en el conflicto, que es justo lo que quiere buscar Georgia. Además, Washington tiene desplegados en la capital georgiana a 127 soldados estadounidenses para entrenar a las tropas del país, en teoría para su uso en Irak.
Por su parte, los países europeos llaman al cese de las hostilidades, pero también a la intervención de la comunidad internacional.
El blindaje ruso. El presidente aseguró ayer que va a “defender la vida de los ciudadanos rusos, estén donde estén”. Putin se encargó de dar la ciudadanía a la mayoría de los habitantes de Osetia del sur, un blindaje sobre este enclave. El Kremilin consigue tener una excusa para defender su posición de influencia en el Cáucaso. “Rusia está presente en el territorio de Georgia de manera legal, cumpliendo su misión pacificadora según los acuerdos internacionales. Rusia históricamente ha sido garante de la seguridad de los pueblos caucásicos, y lo seguirá siendo”, recordó Medvédev . Además, a corto plazo, Moscu ha decidido enviar más tropas a Osetia, y ahora asegura haber recuperado el control sobre la capital.
Lo que está en juego. Georgia es un punto clave para el transporte de energía desde el Caúcaso, rica en petroleo y gas natural. No hay nada más, pero tampoco nada menos.
Inoperancia de la ONU. Es quizá el punto al que nadie puede sorprender: la reunión del Consejo de Seguridad se ha cerrado sin aprobar ninguna resolución, y el borrador con el que se trabaja defiende restablecer statu quo. Se podría escribir ya el siguiente axioma: la efectividad el Consejo de Seguridad es inversamente proporcional a los intereses en juego de los cinco países con derecho a veto, entre ellos Rusia.
¿Y ahora qué? Podemos jugar a adivinar el futuro: Rusia no parece que vaya a ceder. Ya lo hizo de facto en Kosovo, donde tuvo que claudicar, y no sirvió para defender a sus protegés serbios. Osetia es el mismo caso, pero al revés, y es ahora la que Rusia puede esgrimir el caso de Kosovo para defender la independencia de un territorio que ni tan siquiera ella misma ha reconocido. No es plausible que en esta ocasión Rusia permita que otros jueguen en su terreno, en las puertas de su casa. Las cosa pintan más bien negro en esta ocasión.