Estos cinco de años de guerra en Irak han dejado un importante abanico de declaraciones realizadas por los responsables políticos que tuvieron bastante que ver con la guerra. La realidad les ha demostrado que se equivocaban, una y otra vez. Muchos de ellos, sin embargo, continúan sosteniendo sus tesis.
Ana Palacios, Ministra de Asuntos Exteriores del Gobierno de España durante la invasión: “Lo que yo opine es irrelevante, pero aquí hay algunos indicadores que son relevantes. Las bolsas han subido y el petróleo ha bajado. Los ciudadanos ya pagan unos céntimos menos por la gasolina y el gasóleo. Eso son datos. La intervención está todavía en marcha y no vayamos más allá” Declaraciones del 23 del marzo 2003.
La guerra de Irak empezó con el precio del petróleo rondando los 20 dólares el barril. En septiembre de ese año, era de 25 dólares el barril. Hoy el barril se sitúa por encima de los 100 dólares. Este artículo de Wikipedia recoge la evolución del precio del petróleo desde 2003.
Las armas de destrucción masiva que tenía Sadam Hussein. La tesis fundamental de los que apoyaron la guerra era que el régimen de Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva. Dos recopilaciones para reforzar la memoria: la primera recoge citas de los líderes estadounidenses y británicos; la segunda, recopila frases del entonces presidente Aznar, y su “firme convicción” (vídeo Youtube).
En esto, fueron ellos mismos los que se desdijeron cuando todo el mal ya estaba producido. Aznar, en una conferencia celebrada en Alcorcón hace una año, aseguraba:”Todo el mundo pensaba que en Irak había armas de destrucción masiva y no las había, yo lo sé ahora(…) Tengo el problema de no haber sido tan listo de haberlo sabido antes(…)Cuando yo no lo sabía, nadie lo sabía (…)el toro [la decisión] estaba sobre el terreno (….) y torear con cinco años de retraso es tarea de historiadores”.
¿’V’ de victoria?, Bush en el portaviones Abraham Lincolm, el 1 de mayo de 2003
Bush cantando, con la boca pequeña, victoria. “El grueso de las operaciones de combate en Irak ha terminado” decía el presidente de los EE UU el 1 de mayo de 2003 después de haber aterrizado a bordo de un caza en el portaviones Abraham Lincoln, en las aguas de California, lejos de Irak.
La guerra, sin embargo, solo había empezado. No era ya una guerra con un ejército enfrente, sino con múltiples grupos insurgentes, regada de elementos extranjeros, que ha usado la táctica del terrorismo y que en muchas ocasiones ha creado auténticos estados paralelos frente a un estado que en la praxis no existe. Los ejércitos ocupantes han tenido que hacer frente a duras ofensivas de los distintos grupos insurgentes, en lugares como Faluya, Nayaf o la misma capital, Bagdad. Los atentados contra la población civil y los ataques contra las tropas de ocupación son aún una constante. El único avance en materia de seguridad ha sido solo posible gracias a un aumento el año pasado de 20.000 efectivos por parte de EE UU, para desarrollar operaciones en la provincia de Anbar, y la capital, la construcción de grandes muros que dividen Bagdad, y la colaboración con ciertos países vecinos como Irán.
Aquel primero de mayo de 2003, Bush no podía ni imaginar que el coste de la guerra se iba a superar el billón de dólares – aseguró que iba a costar tan sólo 60.000 – y que más 4.000 soldados estadounidenses iban a perder la vida; no creo que pensara mucho en las víctimas iraquíes, que hoy superan los 80.000 según los datos más a la baja.
Irak es una democracia. “Estamos ayudando al pueblo iraquí a establecer una democracia”, ha asegurado hoy mismo el presidente Bush. Se les llena la boca con que Irak está en el camino a la democracia. Los ranking de países democráticos sitúan al país en los últimos puestos del mundo.
“Los iraquíes viven mejor ahora que en tiempos de Saddam”. Esta frase la han repetido tantos, que cualquiera puede ponerles cara. Solo hay que echarle un vistazo a los informes de Amnistía Internacional o al de la Cruz Roja para ver que esa afirmación es cuanto menos trivial. Un dato más: bajo el régimen dictatorial de Hussein la malnutrición infantil en pleno embargo era del 19%, y ahora afecta a cerca del 30%.