Cuando pasa algo como la gripe porcina, H1N1, nueva gripe, o como se la quiera llamar, los periodistas nos lanzamos en tropel a informar sobre ello. Luego nos llega los cargos de conciencia: nos hemos pasado, no era para tanto, pero tampoco lo sabíamos desde el inicio, no sabíamos si no íbamos a quedar cortos o nos íbamos a pasar, y casi es mejor pasarse que quedarse corto.
Para remediarlo surge el recurso de decir que hay cosas que son peores de lo que estamos contando. En el caso de la gripe más de uno ha recordado — con acierto — el número de personas que muere en accidente de tráfico todos los años, que sobrepasa con creces los muertos por esta gripe, para incidir en lo desproporcionado de lo escrito y dicho en los medios.
Otro recurso más sensanto es el de sacar del armario otras enfermedades que matan mucho más de la que llena los periódicos. Hace una semana, Fernando Navarro escribía un artículo sobre la epidemia de miningitis que afecta a varios países de África, y que ha dejado bastantes más cadáveres que la gripe que nos ocupa. Hoy, Foreign Policy recoge enfermedades que están ahora matando, y que no suelen ocupar grandes espacios: colera, la meningitis, sida, ebola y dengue. Casualidades, las cuatro primeras, afectan sobre todo a África, y la última sobre todo a países de América del Sur.