20 días de operaciones de Israel sobre la franja de Gaza. Ayer Hamás aceptaba el plan de paz propuesto por Egipto, con sus matices. La última hora, mientras escribo estas líneas, es que el Ejército del único país democrático en la región de Israel ha bombardeado instalaciones del hospital Al Quds, en el barrio de Tal El – Hawa y perteneciente a la Media Luna Roja. 500 enfermos había en su interior. Antes, ha bombardeado la sede de la ONU en Gaza. 700 personas se refugiaban en su interior. El fuego ha afectado a los almacenes de comida y combustible. Y esta vez no han sido fuegos pirotécnicos de maganesio: fósforo blanco, que no se puede apagar con agua, que necesita de espuma para ahogar el oxígeno, y que es algo que directamente los palestinos no tienen. La pelota estaba en el tejado de Israel, y ésta es su respuesta: un nuevo ataque a la población civil.
Las tropas terrestres del estado hebreo avanzan por el sur de Gaza. Los carros de combates se adentran un poco más en el núcleo urbano. Los testimonios que recoge la televisión Al Jazeera en árabe — con una cobertura 24 horas — son estremecedores: “No podemos respirar por el fósforo blanco”, decía una residente en Gaza, “podéis escuchar vosotros mismos los disparos”. Pero eso da igual: las víctimas superan ya el millar, muchos de ellos civiles. Del lado israelí son 10 militares y tres civiles. Las cifras hablan solas.
Olmert se va en febrero. Puede que ésta sea su despedida. Dicen que ni Barak no Livni están a favor de seguir de las operaciones militares, que ya no se pueden conseguir más objetivos. Es fácil dar esa visión: quien acareará con las consecuencias de esta carnicería son los que se quedan, Barak y Livni. Olmert no tiene rédito político que conseguir. Su única ambición puede ser ahora personal: limpiar su imagen de perdedor lastrada desde la guerra de Líbano. Pero los que se quedan — Barak y Livni — son conscientes que con esto, de cara a los suyos, ganan puntos de duros: los mítines de la campaña electoral para las elecciones de febrero se está celebrando cada vez que van a visitarles diplomáticos europeos que no les sacan los colores (sólo se piensan en no hacerle socio superpreferente), y que como mucho llaman al alto el fuego, a la proporcionalidad y la retórica vacía propia de consulados y embajadas. En esos mítines Livni insiste en que “no es un ataque contra el pueblo palestino sino contra los terroristas de Israel”. Hoy, el invitado del mitín es el secretario general de la ONU, esa organización que ya no sirve absolutamente para nada. Sin embargo los hechos sacan los colores y la contradicen.
Quizá por eso la aviación israelí ha bombardeado el edificio de oficinas donde se concentra varios despachos de prensa, afectando a los pisos donde se encuentran las oficinas de Abu Dahbi y de Reuters. Los testigos, los periodistas son siempre molestos molestos.