El 16 de marzo comienza en ciudad de México el
IV Foro Mundial del Agua, auspiciado por la ONU. El agua dulce es un recurso escaso y mal distribuido, como muchos otras cosas; por ello, y así de sencillo, crea tensiones sociales y conflictos o guerras internacionales.
Más de la mitad del agua dulce se reparte entre los siguientes países: Brasil, Rusia, Canadá, Indonesia, China, y Colombia, según
informe de World Watch.
Si lo anterior nos muestra que el agua está mal distribuida, el mismo caso de China y Canadá nos enseña la relación entre población y agua: Canadá que ocupa el puesto 37 en población mundial, es el país que dispone de más agua dulce. China, con el 21 % de la población mundial, solo dispone del 7 % del agua dulce mundial.
Todo ello hace que entorno al agua se generen numerosas tensiones.
Muchos señalan el agua como uno de los factores clave para entender la convulsa zona de Oriente Medio. Turquía controla el nacimiento de dos ríos, señalados por historiadores como “cuna de la civilización”: el
Tigris y el
Eufrates. Esos ríos atraviesan Siria e Irak.
El
conflicto entre israelíes y palestinos tiene en el agua uno de sus quid. Gran parte de los recursos hídricos de los palestinos procede de Israel. En la película
Paradise Now (película que suscitó el boicot por parte de grupos de presión israelíes en Estados Unidos ya que fue nominada al Oscar a la mejor película extranjera), se veía como los palestinos estaban obsesionados por la calidad del agua, poniendo dispositivos para depurar el agua y evitar un posible envenenamiento; política del miedo al otro, porque para todo dispositivo hay un veneno mejor. A palestinos y israelíes habría que añadir jordanos, libaneses y sirios, en una zona donde el agua escasea.
Pero el petrodólar se puede convertir en agua. En países como
Dubai hay campos de golf en pleno desierto. En Arabia Saudí se plantan flores. Todo ello a costa de las desaladoras.
Mapa del Proyecto Great Man-Made River Project; de fondo una figura que recuerda a Gadafi.
Libia, país donde la falta del agua es acuciante, se empezó una titánica obra de ingeniería (
Great Man-Made River) para extraer agua del subsuelo y canalizarla hacia las ciudades. Muchos expertos han denunciado éste proyecto, ya que la explotación de esos recursos puede alterar el ciclo hidrológico de toda la región, y con ello causar inestabilidad. Hay quien va más allá y señala que ese inmenso lago subterráneo (calculan que su extensión es la equivalente a Alemania) puede ser la fuente del Nilo. Los países vecinos, como el Chad, puede presentar cierto rechazo, ya que el agua subterránea también está bajo su territorio. De momento, la UNESCO
da un premio, pagado por el gobierno libio, con el nombre del proyecto.
La escasez de agua es también un problema interno de muchos países. Una larga sequía puede cambiar la estructuras de una ciudad, ya que afecta al tejido social: muchos trabajadores del campo tienen que abandonarlo y trasladarse a las ciudades. Éste fue el caso de Tánger (Marruecos) a principios de los años 90: una prolongada sequía, con cortes de agua para el consumo humano de más de 10 horas, provocó un éxodo del campo a la ciudad, donde se vivía un auge de la construcción; terminado ese ‘boom’ inmobiliario, los obreros se quedaron sin trabajo, con el consiguiente conflicto social. [Un apunte: la periferia se llenó de nuevos barios, construidos sin orden alguno por los recién llegados. Uno de ellos se denominó popularmente como Hauma d’Sadam, o Bario de Sadam, ya que esos días se vivía la Guerra del Golfo, con grandes manifestaciones en contra en toda la ciudad.]
Los conflictos sociales también pueden surgir cuando los gobiernos deciden privatizar un servicio básico como el agua; en países donde hay ya unas estructuras hídricas, la privatización de un servicio público básico puede generar grandes rechazos; los estados pueden intervenir, poniendo tarifas universales. Sin embargo, cuando la privatización se produce en un país subdesarrollado, como puede ser Bolivia, se pasa del rechazo a la confrontación abierta. En abril de 2000, se declaró una huelga general en la ciudad de Cochabamba, por el alza de los precios un 300 %. Dicho incremento fue impuesto por la empresa privada que había obtenido la concesión:
Aguas del Tunari, con sede en las Islas Caiman, y participada “de International Water UK, una filial de la compañía norteamericana Bechtel, con 55% de las acciones, Abengoa, de España con 30% y un grupo de empresas bolivianas, una de ellas ligada al gobierno actual”.
Cochabamba fue tomada por los huelguistas (campesinos en su mayoría), y el presidente Banzer decretó el estado de sitio el 3 de abril; duró hasta el día 21, con el ejercito en la calles de la ciudad, mientras los campesinos asaltaban los cuarteles. Este conflicto social fue calificado como la “guerra del agua”.
Algo parecido sucedió en El Alto en 2004.
Escucharemos los próximos días que el agua que consume un europeo al día, es la cantidad de la que dispone una familia para muchos, muchísimos días en países de África. Veremos reportajes sobre el cierre del grifo mientras nos lavamos los dientes, seguido de las imágenes de una familia que tiene que recorrer kilómetros para alcanzar la única fuente de agua. Les entrará cargo de conciencia a los fumadores por tirar el cigarrillo en el váter, y hundirlo con la cascada de 15 litros que almacena una cisterna. Y veremos como los expertos denuncian desde México el nulo acceso que gran parte de la población tiene al agua potable.
PS: hay algunos que razonan que no habrá guerras del agua: interesante entrevista al geógrafo Aaron Wolf en Le Courrier de la UNESCO:
No habrá Guerra del agua (en francés).