Guerra y Paz

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Moeh Atitar de la Fuente

Periodista, fotógrafo y blogger. Más sobre el autor.

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Boston, la edición gráfica de un atentado

Moeh Atitar de la Fuente - Tuesday 16 de April de 2013

La edición gráfica de un atentado es siempre complicada: o no hay fotos o las que hay generan muchas dudas por su brutalidad. En el caso del atentado de ayer la ingente cantidad de imágenes estaba garantizada por la morfología de las explosiones: quien o quienes montaran semejante barbarie buscaban el mayor impacto mediático, colocando unas bombas en la meta de uno de los maratones más populares, con gran presencia de cámaras. Ayer no solo se contó con las fotos de meros testigos que pasaban por allí, sino las captadas por profesionales de la información.

Una de las primeras respuestas de los digitales ante un hecho como este es abrir una fotogalería y empezar a escupir fotos. Suele caerse enseguida en la redundancia, porque como no hay límite, mejor tener muchas fotos y ganar audiencia. Es así: la gente quiere ver y el medio quiere ganar visitas. Todo el mundo gana.

Me sorprendió que Focus, la sección de galerías de The Atlantic (copiada y realizada por el creador de The Big Picture), abriera enseguida esta fotogalería. Digo que me sorprendió porque no solían trabajar con la premura de la última hora. Y entonces, en esa selección apareció esta foto que reproduzco tal y cómo la publicaron.

foto1
 

La foto la firma Charles Krupa, de la agencia AP. Me pareció raro que una agencia estadounidense emitiera a sus abonados una imagen como esta. Los medios americanos se someten como ninguno a la autocensura, sobre todo después de los atentados del 11-S. El fotógrafo hizo su trabajo de manera excepcional, pero también la propia agencia AP: emitir el trabajo de un fotógrafo tal cual y servirla a sus abonados. La pelota final tiene que estar siempre en los medios, que tienen que decidir si se publica o no una imagen.

Además de esta primera versión de la imagen, la agencia AP emitió una segunda versión de la misma, recortada, con la marca de Aptopix, una seña que sirve a los editores para distinguir las fotos de los fotones:

foto2

 

El nuevo recorte evitaba tanta carnaza. La imagen generó enseguida un amplio debate entre mis seguidores de Twitter. Obviando aquellos que me llamaran escabroso por enlazar a esta fotografía, ya que me interesa el debate más que la foto en si, todos los que comentaron les resultó evidentemente desagradable.

La misma escena también fue captada por el fotógrafo Kelvin Ma y servida por la agencia Bloomberg. El País publicó esta imagen en  Eskup, que reproduzco en este pantallazo:

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Desde El País enseguida rectificaron y retiraron la foto. Internet nos da la posibilidad de equivocarnos demasiado rápido, pero también nos da la posibilidad de rectificar enseguida. Y así lo hizo El País.

Pero volvamos a la foto publicada por The Atlantic. En la fotogalería se avisaba al lector de que la imagen podía herir su sensibilidad. También rectificaron al cabo del tiempo, con esta versión:

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El editor decidió que lo que molestaba de la foto no eran las piernas destrozadas del tipo, sino que se le pudiera identificar. De hecho entre los comentarios a esta foto en Twitter, había alguno que señalaba que su familia era posible que se estuviera enterando de su suerte por esta fotografía.

La pelota está siempre en el editor de cada medio. Recuerdo un atentado en el metro de Moscú. A través de redes sociales circulaban imágenes de víctimas dentro de los vagones.  En El País localizamos al supuesto autor de una de ellas, y teníamos incluso el permiso para reproducirlas. Decidimos finalmente que esas imágenes no añadían nada.

¿Cuándo una imagen no añade nada? Generalmente el umbral lo coloca la línea editorial de cada medio. Si tiende al amarillismo, el limite es más bajo. Si tiende a la prudencia, el límite y el debate es complicado y arduo. Nunca hay una respuesta unívoca, al tiempo que esa duda nos hace avanzar. Siempre se repite este axioma: “Si no añade nada, la imagen no se publica”. ¿Añadía, luego, esta foto algo? Yo me inclino más hacia el no el caso de la imagen bruta, sin recortar.

La imagen — en la versión recortada — fue reproducida por casi todo los medios. El Portland Press Herald entrevista al hombre del sombrero vaquero que ayudó a esa víctima.  Se llama Carlos Arredondo, es padre de un soldado muerto en Irak y ahora un activista pacifista. Hay otra imagen de ayer protagonizada por Arredondo, sosteniendo una bandera estadounidense manchada de sangre:

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 Carlos Arredondo se convierte así en un protagonista de esta historia a partir de la tan polémica foto. Así se construyen las imagenes, por su fuerza, por su polémica, pero sobre todo por quienes las protagonizan

Quiero también destacar el trabajo de John Tlumacki, fotógrafo del Boston Globe que firmó grandes fotografías ayer y que fueron recogidas por las grandes portadas. En Time le hicieron esta breve entrevista, donde cuenta cómo sucedió todo. Tlumacki es fotógrafo de plantilla en Globe, donde están sufriendo recorte tras recorte.

La imagen que más me llamó la atención de Tlumacki es esta por la que se ha decantado, entre otros, The Washington Post:

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Tlumacki también es el autor de la foto de portada del The New York Times:

 

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Y Tlumacki también firma la imagen que ha seleccionado El País, que les llega por Getty Images:

 

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No tan al margen .Vivimos con prisas y con poco espacio. Hay que ser los primeros en contarlo todo y encima a golpe de 140 caracteres. No es en si ni bueno ni malo, solo que algunos lo hacen bien y otros lo hacen mal.

Un atentado como el de ayer en Boston es una de esas noticias que moviliza a todas las redacciones con pretensión digital. Todo ‘el músculo’ se dedica a la noticia. Pero la fuerza no significa exactamente la inteligencia: mucha información solo genera caos.

Ayer, después de mucho tiempo, viví una noticia de estas alejado de una redacción. Me enteré por La Brújula de Onda Cero de las explosiones. Tardé media hora en conectarme. Casi todo el mundo twitteaba sobre el atentado. Gente situaba a miles de kilómetros iba diciendo que hacía falta sangre (¡¡obvio!!), que la gente se alejara de la zona, repetíamos hasta la saciedad que Google había puesto en marcha una página para saber sobre la suerte de participantes en el maratón…todo el mundo tenía algo que decir, pero caíamos todos en repetir lo mismo. Mucha información termina siendo un caos.

Por eso ayer volví a admirar a The New York Times, que desde luego no es admirable en todo, pero en esto si: publicar lo esencial, lo imprescindible y lo que esté contrastado. No hace falta bombardear al lector con todo lo que te llega.

Y ayer también aplaudí el gran trabajo de Marca TV, que hizo una cobertura excepcional del atentado, con mucha prudencia y cautela, con conexiones en directo desde Boston con participantes españoles en la prueba, entrevistando al inútil consul español en Boston… Demostraron que se puede hacer televisión de calidad con poco presupuesto, que solo hace falta un smartphone y banda ancha para emitir imágenes aceptables desde un lugar remoto, pero sobre todo que hace falta cabeza y buena dirección.

La invasión de Irak, otra mala guerra para el periodismo

Moeh Atitar de la Fuente - Tuesday 19 de March de 2013

Podíamos dedicarle largos post sobre lo que la guerra aporta a la humanidad; no sería desde luego un alarde de sus beneficios; nos podríamos preguntar si merece la pena el cafe soluble, las maquinillas de afeitar desechables, los tampones, el gintonic, los aerosoles….pero sería francamente futil. La guerra ha aportado muerte y destrucción, pero quizá por eso, porque el hombre se encuentra en situaciones extremas, se le agudiza el ingenio.

Sucede que la comunicación también avanza a golpe de guerras. Los principios de comunicación son los mismos; las formas no. La propaganda se adapta, el periodismo evoluciona y las circunstancias cambian.

Philip Knightley es el autor que se hace fundamental para ver la evolución del trabajo de corresponsales de guerra y de los esfuerzos de los gobiernos (EE UU y Reino Unido, principalmente) implicados para colarnos sus mentiras y su visión única de la guerra. Su libro The first casualty, es una referencia de la evolución del periodismo en tiempos de guerra, Desde Crimea hasta la guerra de Irak. Hoy he releído el último capítulo, dedicado a cómo vendieron la guerra y cómo se desarrolló ese escaso mes de campaña militar para llegar hasta Bagdad.

El arquitecto de la estrategia mediática fue Bryan Whitman, asistente del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Knightley la resume en cuatro puntos: 1.- Enfatizar los peligros que supone el régimen de Sadam Hussein; 2.- Desmentir y desacreditar a todo aquel que dude de esos peligrosos; 3.- no apelar a la lógica, y tirar más de sensiblería; 4.- Y siempre con un mensaje al público: “Creednos. Sabemos más de lo que les podemos contar”.  Apliquen estos cuatro puntos a la intervención del entonces secretario de Estado Collin Powell en las Naciones Unidas, cuando nos mostró un tubito donde podía contener un veneno tan letal que podía aniquilar a toda la humanidad si se destapaba y que el Irak de Sadam fabricaba a toneladas.

La administración Bush aplicó a raja tabla esta estrategia diseñada y ejecutada por Whitman, que también hizo las veces de portavoz; se mantuvo largo tiempo en el cargo, y fue le que salió a defender los interrogatorios — torturas– y a quitarle hierro al tratamiento inhumano de Abu Graib. ¿Y que fue del gris Whitman? Pues Obama le mantuvo en el puesto hasta mayo de 2010, para luego ascenderle al máximo responsable en el Pentágono en comunicación de masas y propaganda.

El periodismo, especialmente en EE UU, se creyó a pies juntillas todo lo dicho por la administración Bush; no hubo prácticamente fisuras, y desde luego los grandes medios cuando menos se tragaron la versión construida alrededor de mentiras. 

Si los medios se plegaron a divulgar el casus belli,  el inicio de la invasión solo hizo que los periodistas fueron convidados de piedra. El Pentágono tuvo claro que los medios, especialmente las teles, necesitaban imágenes y algo de acción para cubrir ciclos de programación de 24 horas. Para ello decidió rescatar una figura: el periodista empotrado. Durante la I Guerra Mundial, el Reino Unido introdujo en algunas de sus unidades a periodistas, a los que dio el grado de capitán. Debían, por tanto, obedecer  órdenes y contar solo la visión que convenía para la propaganda británica. “No ha habido un periodo más de indigno para la historia del periodismo que los cuatro años de la Gran Guerra”, escribía el historiador Artur Ponsonby en 1928, y que recoge Knightley.

Salvo darles el grado de capitán y armas, el Pentágono copió este esquema. Los periodistas solo podían acudir al campo de batalla si iban empotrados en una unidad. Se les daba un entrenamiento previo en EE UU y convivían con la unidad antes de la invasión. Se creaba un sentimiento de camadería,  y no era raro escuchar y leer en las crónicas lacónicos “avanzamos hacia el norte”, en un plural que implicaba que la estrategia del Pentágono estaba funcionando.  Todo lo que se contaba pasaba por el filtro del jefe de la unidad, que tenía poder de censurar previo consentimiento del Comando Central. No se andaban con medias tintas: el periodista de la Fox, Gerardo Rivera, ferviente partidario de la guerra, fue expulsado del frente por pintar un mapa en el suelo y describir el avance de su unidad. Generation Kill fue una serie que recogió las vivencias de un periodista de Rolling Stones empotrado con una unidad

Pero el Pentágono tenía al menos un problema. Podía controlar a los periodistas empotrados, pero no tenía control alguno sobre los periodistas que estaban en Bagdad cubriendo la guerra desde el lado iraquí. Especial nerviosismo le causaba la cadena qatarí Al Jazeera, que proporcionaba imágenes a todo el mundo del lado iraquí. No dudo por ello, como hiciera durante la campaña contra los talibanes en Afganistán, en bombardear las oficinas de la cadena en Bagdad. En esa misma línea debe de encuadrarse el ataque contra el hotel Palestina, donde residían los periodistas, y en el que murieron José Couso y Taras Protsyuk, o el bombardeo contra el convoy de la tv británica ITN , que se saldó con la muerte de tres periodistas. Un dato: de los quince periodistas muertos durante el mes de invasión, la mayoría murió por fuego de EE UU.

Felici: el primer fotógrafo de un papa

Moeh Atitar de la Fuente - Wednesday 13 de March de 2013

Si El Vaticano tiene algo es tradición. Allí están, por ejemplo, los guardias suizos que guardan las espaldas de los papas desde el siglo XV. Se confirmaron en el puesto cuando protegieron al papa el 6 de mayo de 1527 durante el asedio de las tropas de Carlos V. Las tropas debían de estar más pendientes del saqueo de las joyas vaticanas y de la violación de novicias que de ir a por la cabeza del papa. Defendiendo el palacio de Sant Angelo murieron 42 de los 150 soldados.

Con la fotografía a El Vaticano casi le pasa lo mismo.

El Vaticano ha necesitado la fotografía fundamentalmente como proyección de poder. Antes usó la pintura para esa función. Fue Pio IX (el del pastel) el primer papa en ser fotografiado. Su papado (1846-1878) coincidió con el desarrollo más incipiente de la fotografía y uno de los que le pudo retratar fue Giuseppe Felici.

Pio IX, retratado por Felici

Pio IX, retratado por Felici

Felici (1839-1923) era hijo de un rico terrateniente que se trasladó a Roma para hacerse músico. Allí entró en contacto con artistas y algún incipiente fotógrafo. Fue desde París donde le llegaron las primeras lecciones y su primera cámara. Francia era el epicentro fotográfico gracias a que el Estado había realizado una política de desarrollo y de inversión, comprando y liberando las primeras patentes.

El fotógrafo Giuseppe Felici

El fotógrafo Giuseppe Felici

Los inicios de Guiseppe como fotógrafo responden a los patrones de la época: el paisaje. Es lo más fácil, porque el paisaje, salvo algún árbol, no se mueve. Las cámaras de la época necesitaban largas, larguísimas exposiciones. Y el paisaje era lo más quieto que se tenía. Además tenía una importante salida comercial: los paisajes pictóricos era carisísimos, y las fotografías, siendo un objeto de lujo, eran más accesibles. Además los fotógrafos se afanaban en copiar las proporciones y los estilos marcados por los pintores, en un claro sentimiento de inferioridad. Así que Felici montó su chiringuito de paisajes romanos y vaticanos hechos en placas de colidión.

Felici se mueve en los círculos de artistas, músicos y de algún que otro cardenal. Muchos pasan por su estudio, fundado en 1863 y aún en activo.  También trabaja como documentalista, fotografiando las distintas obras de renovación de la Ciudad Eterna. En 1888, ya con León XIII como sentado en la silla de San Pedro, organiza una suerte de exposición con motivo de su jubileo. El papa le nombró entonces “Fotógrafo papal”, teniendo acceso en exclusiva a la corte vaticana. Se dedicó a ello en cuerpo y alma, y orientó toda su actividad a El Vaticano. Curiosamente quien le nombra fotógrafo oficial y exclusivo de El Vaticano, León XIII, no se deja retratar. Consideraba a la pintura “superior y más benevolente en la presentación del ser humano”. No fue hasta 1901 cuando obtuvo la exclusividad y digamos que un contrato fijo.

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Retrato de sacerdote realizado por Felici

Hasta su muerte en 1923 Felici fue el único fotógrafo con acceso a la corte. Llegó a retratar hasta a un papa muerto, Pio X, documento inequívoco y muy propio de la época. Sus herederos mantuvieron esa exclusiva hasta 1978, cuando El Vaticano creó su propio equipo fotográfico.

Pio X en su muerte, agosto de 1914, en un retrato de Felici

Pio X en su muerte, agosto de 1914, en un retrato de Felici

Los Felici siguieron cerca de El Vaticano. Alberto, hijo del fundador, fue quien inmortalizó los tratos de Letrán que sellaban la paz entre Musolini y El Vaticano, definiendo las fronteras de la Santa Sede. El hijo de este fue quien realizó en 1931 la primera emisión de radio desde El Vaticano.

Hoy en día el estudio Felici sigue en pie. Ya no tienen ese privilegio de retratar en sesiones privadas al papa de turno. “Anteriormente, en tiempo de Juan Pablo II y antes, cuando todavía se utilizaban cámaras analógicas, hicimos retratos oficiales”, cuenta el bisnieto del fundador en una entrevista. “Entonces había que construir las condiciones de iluminación ideales para un retrato. Desde que usamos cámaras digitales, eso ha cambiado. Hoy tenemos el privilegio de tener muchas oportunidades de estar cerca del Santo Padre y es mucho más fácil conseguir un retrato improvisado. Con Benedicto XVI, no hemos hecho ningún posado, pero fotografiado en muchos retratos espontáneos”.

Aquel maldito 11 de marzo

Moeh Atitar de la Fuente - Monday 11 de March de 2013

Aquel maldito 11 de marzo era un mocoso de 4º de Periodismo que se despertó para distribuir en la facultad de Farmacia el diario El País; mi primera relación contractual con El País fue esa: repartirlo entre estudiantes universitarios.

Por eso madrugué y pude acudir enseguida, de manera automática, a donar sangre. Era asiduo y la verdad que ni lo pensé. Cuando llegué al Clínico no había cola; 15 minutos más tarde, con el esparadrapo tapando la minúscula herida, la cola llegaba hasta la misma puerta de la calle, y unos enfermeros y médicos pedían a la gente, la mayoría estudiantes del CEU, que se fuera, que no daban a basto, que mejor volvieran en una semana, que entonces sí que haría falta.

Me fui andando hasta Farmacia; había tráfico, pero Madrid estaba en silencio, roto solo por las sirenas, que indefectiblemente todos relacionábamos con los atentados, aunque fueran meras ambulancias trasladando a los enfermos ‘normales’ al hospital.

Farmacia estaba desierta. No me acordé hasta entonces que había una huelga universitaria. Desde El País, el día anterior, nos dijeron que teníamos que acudir a repartir el periódico, pero que si había “algún follón” que nos fuéramos. Me alivió pensar que algunos estudiantes se habrían librado del destino de la muerte porque estaban en huelga.

No vino nadie, o casi nadie, a recoger su ejemplar. Los estudiantes habían ganado, a través de un sorteo, tener a diario durante un mes un ejemplar de El País. Tenía una lista en la que debía de ir tachando cada vez que uno de ellos recogía su periódico. Como ha prescrito el delito, confieso ahora que se lo daba a todo el mundo, le hubiera tocado o no el sorteo.

De esa lista me sabía muchos nombres de memoria, sobre todo de los asiduos, y en especial de alguna asidua. En los días posteriores a los atentados tuve inquietud y alivio al ver que los frecuentes volvían o no a recoger sus periódicos.

A las 10.30 no tenía ningún sentido seguir allí. Llamé a mi amiga Gema (ella me había enchufado en este trabajo de unos casi 500 euros porque tenía una prima trabajando de becaria en el departamento de Marketing de El País) y me fui con ella y su chico Sergio a seguir las noticias por mi transistor desde la facultad de Odontología. Era una quimera pensar en móviles con conexión a Internet, y menos en Twitter y demás historias, así que mi transistor fue nuestro vínculo con lo que iba pasando. Estábamos destrozados.

Dos años más tarde iba a arrancar el juicio por los atentados. Era un estudiante de doctorado y había acabado un máster en Comunicación Política. Andaba bastante frustado porque no me habían dado unas becas para investigar y hacer mi tesis. Trabajaba, para sacarme algún dinerillo, en una productora que daba servicio a televisiones francesas cuando venían a hacer algún reportaje en España. 100 euros al día. Nunca he ganado tanto. Desde la productora me llamaron para decirme que una televisión francesa venía a cubrir las dos primeras semanas de juicio. Como mínimo iban a ser 1500 euros. Una fortuna.

También sacaba algún dinerillo con un trabajo que me había conseguido Daniel Basteiro en 20 Minutos, filtrando los blogs que se habían apuntado a su concurso.
Ricardo Villa, jefe de la web por aquel entonces, me ofreció moderar también los contenidos de un especial San Valentín. Me apetecía un carajo, pero solo pude decirle que no cuando vinieron los millonarios franceses. Le comenté que iba a estar metido de lleno en lo del juicio, que ya me lo había preparado muy bien y que no iba a tener tiempo para corazonzitos y enamorados edulcorados. Ricardo no solo lo entendió sino que me ofreció toda la infraestructura del periódico para acreditarme si me ponían algún problema.

Los franceses iban a desembarcar la tarde de un jueves y el juicio empezaba un martes, creo recordar. Esa mañana me llamó Basteiro y me chivó que Ricardo quería contar conmigo para cubrir el juicio. Pocos minutos después me llamó Ricardo y me citó para un café. En aquella época él solo tenía tiempo para tomar un café y ese tiempo también lo ocupaba. Me ofreció un contrato fijo, un sueldo digno y mucha confianza.

Seguí todo el juicio para 20 Minutos, formando equipo con Luis Repiso para hacer el ‘minuto a minuto’ de todas las sesiones. Recuerdo como me empollé todo lo que había escrito en El País Txetxo Yoldi así como el libro de José María Irujo sobre los atentados. También buceé por el sumario que había instruido el juez Del Olmo. Y así fue como me olvidé de la tesis doctoral, de la universidad, y de querer volver a ser un juntaletras.

El 31 de octubre de 2007 salió la sentencia del juicio; formaba parte de la redacción de El País Digital, entonces separado (muy separado) de la edición papel. La víspera, mi jefe Bernardo Marín me dijo que tenía que hablar conmigo. Yo ya creía que la había cagado del todo. Cuando me dijo que quería que hiciera el minuto a minuto de la sentencia, me sentí inicialmente aliviado y luego acojando ante la magnitud de que se me escapara algo. Me tranquilizó bastante oir a Marín decirme que yo era el que más familiarizado estaba con el juicio, y que no me preocupara, que no iba a estar solo contra el peligro.

Ese 31 de octubre fue de las primeras veces que hablé largo y tendido con Txetxo Yoldi, el mejor cronista de tribunales junto a Julio Martínez Lázaro. Yoldi esa mañana me ayudó como el que más, y eso que andaba más que liado porque era la sentencia más importante de la historia de este país junto a la del 23-F.  Lo que sé de periodismo jurídico lo aprendí de él y de sus anécdotas.

Y hoy, 11 de marzo de 2013, solo me apetece escupir esto, porque hoy me apunto al paro. No estoy muy convencido de eso que llaman destino, pero mi guionista apunta maneras.

Reflexión sobre el World Press Photo 2013

Moeh Atitar de la Fuente - Saturday 16 de February de 2013

Paul Hansen ha ganado el World Press Photo por esta fotografía, seleccionado entre más de 103.481 imágenes realizadas por 5.666 fotógrafos:

Gaza burial. World Press Photo of the Year, Spot News, 1st prize singles, Paul Hansen

La imagen responde al patrón de este tipo de certámenes.Esta elección no ha generado (casi) ninguna controversia. Responde a lo que entendemos por fotoperiodismo. No quiero entrar en un análisis de la imagen, porque esta foto, y es un tópico, habla sobre todo por si sola.

Mi compañera Naiara entrevistó ayer a Hansen, fotógrafo de plantilla del diario sueco DN.SE. Resalto esta contestación:

Trabajar en este periódico, Dagens Nyheter (noticias diarias, en sueco), es un lujo. En Gaza, conmigo, estaban dos redactores y nuestro magnífico traductor, Mohamed Omer. Además, no tenemos que estar enviando constantemente. Podemos trabajar bien las historias y enviarlas cuando las tenemos listas. El contenido es muy importante.

Es muy poco frecuente que un fotógrafo de plantilla de un periódico gane un premio como este. Yo diría que es la excepción. Fijándome por encima en el resto de categorías premiadas en esta edición, casi la totalidad de los premios se los llevan o bien fotógrafos de las grandes agencias o bien fotógrafos freelance que trabajan por su cuenta y riesgo, pero que no dejan tampoco que su olfato se tapone y apuestan por temas más o menos a su ritmo. Luego hay un número reducido de fotógrafos que realizan fotos por encargo de una publicación, entre ellas The New York Times Magazine, National Geographic o TIME, donde los departamentos de fotografía siguen siendo fuertes.

¿Por qué son los fotógrafos de agencias y los freelance los que se llevan la mayoría de los premios? Una primera razón es que las publicaciones, en la crisis económica que están inmersos, prefieren invertir en otras cosas en lugar de mandar a un tipo con un cámara a trabajar sin la presión del tiempo a miles de kilómetros. Prefieren los departamentos de fotografía tener unas excelentes agencias internacionales que cubren el espectro del día a día, con el riesgo de sacrificar la diferencia: todos tienden a dar lo mismo o parecido. El DN.se fue el único que tuvo esa fotografía porque era su fotógrafo el que se plantó en el buen lugar en medio de ese terrible funeral.

Salvaríamos con eso el argumento de que una publicación mandara lejos a un fotoperiodista. Pero soy de los que pienso que las mejores historias por contar están a pocos kilómetros. En España, por ejemplo, por culpa de la maldita crisis, tenemos unas circunstancias que invitan a ser documentadas con todo rigor. No hay en todos los premiados de este año ningún premio que tenga como referente la situación en la que vivimos.

Puede que los trabajos no hayan recibido el don subjetivo del jurado. Incluso podemos decir que no solo de la crisis tiene que vivir el fotoperiodismo español. Allí está el excelente trabajo de Daniel Ochoa de Olza (agencia AP) sobre la vuelta del torero Padilla, solo uno más en la solida trayectoria de este fotógrafo, uno de los mejores de la fotografía española actual.

¿Por qué entonces las publicaciones apenas están presentes en estos tipos de premios? Mi opinión es por  la falta de interés en casi todas las redacciones y departamentos de fotografía  sobre la Fotografía (con mayúscula). Y no pienso que sea un problema solo español sino que se extiende por la mayoría de las publicaciones en otras latitudes (salvo los grandes en esto, como NYT, TIME, National Geographic, etc).

Para consagrar esa Fotografía hace falta dirección, capacidad de reflexión y sobre todo darle el tiempo justo y necesario a la uva para que se pueda hacer buen vino. Si vamos a toda prisa y prima la resolución del día a día, acabamos haciendo Don Simón. Me temo que la dirección fotográfica ha dado paso a la mera gestión de fotografías uniformes y a que una foto case con un buen titular, y casi nunca al revés.

No quiero dejar de recomendar algunos trabajos, además de los Ochoa de Olza y del propio ganador. Lo mejor es que cada uno disfrute con todos y cada uno de los trabajos, excelentes todos. Pero mi pequeña selección (subjetiva) es esta:

Mirella, del fotógrafo italiano Fausto Podavini. Estoy impresionado con este trabajo desde que lo conocí gracias a los  Sony Awards. Recoge el día a día de una mujer que tiene que cuidar a su marido con demencia senil.

— Este retrato de Ai Weiwei, realizado por S.Chow. Resume y alcanza a describir la imagen de este artista y disidente chino, que incita a golpe de Internet y de móvil.

— Los retratos a estas mujeres iraníes durante una peregrinación realizados por Ebrahim Noroozi son magníficos.

— Suelo huir de la fotografía de animalitos, pero este trabajo del chino  Xiaoqun Zheng sobre animales enjaulados es una apuesta excelente y bien ejecutada.

— La cobertura de Bernat Armangue sobre los bombardeos isralíes en Gaza. En una entrevista a EFE, Armangue hace esta reflexión:

“El periodismo de calidad está cada vez más amenazado. Contar historias y contarlas bien requiere tiempo, esfuerzo, apoyo económico, logístico y humano y no siempre se combinan todos los factores. Parece que cada vez menos”

Magister Dixit: War is hell

Moeh Atitar de la Fuente - Sunday 3 de February de 2013

“I am tired and sick of war. Its glory is all moonshine. It is only those who have neither fired a shot, nor heard the shrieks and groans of the wounded who cry aloud for more blood, more vengeance, more desolation. War is hell.”

General William Tecumseh Sherman. Sabía de que hablaba. Para muchos historiadores, Sherman es primer general moderno, que usó todo lo que tenía en sus manos para doblegar y destruir al enemigo.  Como general unionista practicó la tierra arrasada,  reduciendo a cenizas ciudades como Atlanta. Ganó la guerra. Ganó al infierno.

La muerte en Malí

Moeh Atitar de la Fuente - Wednesday 23 de January de 2013

Hemos visto la primera imagen de la muerte en Malí:

El soldado francés, cubierto con un pañuelo con forma de calavera. / ISSOUF SANOGO (AFP)

El soldado francés, cubierto con un pañuelo con forma de calavera. / ISSOUF SANOGO (AFP)

La polémica sobre esta foto saltó en origen porque se hizo eco de ella el periódico Metro, y empezó a crecer conforme otros medios se hicieron eco de ella. Tanto que el Ejército francés tuvo que salir al paso, tirarle de las orejas al militar en cuestión y decir que eso de matar con una máscara de la muerte es muy feo.

El fotógrafo explica en el blog de AFP:

“A helicopter was coming in to land and churning up tremendous dust clouds. Instinctively, all the soldiers grabbed their scarfs to avoid getting a mouthful of sand. It was evening, and rays of sunlight were pushing through the trees and into the dust clouds. It was a lovely light. I spotted this soldier wearing a strange scarf and took the photo. At the time, nothing about the scene seemed especially unusual or shocking. The soldier wasn’t posing and there was nothing staged about the image. He was just standing there, protecting his face from the dust, waiting for the chopper to land. No one tried to stop me shooting the picture.”

A los soldados no les pareció raro que le fotografiara de esta guisa, porque no es nada raro. Aquí, por ejemplo, un soldado iraquí con un pañuelo-calavera muy parecido, además de unos guantes a juego:

Como editor gráfico a mi la imagen no me llamó especialmente la atención. De hecho la incluí para cerrar la fotogalería sobre las imágenes del avance francés, un día antes de esta polémica. Tal vez no me llamó la atención porque desde siempre los soldados y guerreros se disfrazan para, entre otras cosas, atemorizar aún más a quien tienen delante. Eso hacían, por ejemplo, los aztecas, que creyeron que sus ropajes guerreros eran invencibles hasta que aparecieron los conquistadores a lomos de sus caballos y la cosa acabó como acabó. Lo de afeitarse e ir impoluto es un cosa muy moderna.

Es la primera imagen que hace referencia directa a la muerte en Malí. Es una guerra sin cadáveres. Los fotógrafos como Sanogo viajan empotrados con los soldados franceses. Cuando llegan a las poblaciones recuperadas, ya no queda ningún fiambre. Todos son escenas de la población civil recibiendo con alegría (presumimos que nada fingida) a los soldados franceses y hasta ahora los ineptos soldados malienenses, los mismos que no fueron capaces de hacer frente a las milicias islamistas y/o tuareg del norte.

No hay fotos de muertos con los que polemizar. Pero sí montamos una polémica con una máscara, cuando lo preocupante que en esta, como en todas las guerras, la censura gana aupada por la propaganda. No vemos la prueba de los abusos, de la suciedad, de la miseria humana que es una guerra. Vemos una guerra limpia, casi sin destrozos y menos sin muertos con las tripas fuera.

La comunicación por parte del Ejército francés está siendo de manual: paso restringido a la prensa, que solo puede acceder a las zonas de combate una vez ya no lo son. “Es por vuestra seguridad”, les soltarán a los reporteros. Por eso las primeras imágenes de muerte que veamos en Malí, si las llegamos a ver, causarán estupor y nos alejaremos de la trivialidad de ver a un soldados disfrazado como el personaje de un videojuego (aquí te explican cómo hacertela en casa). Tal vez no queremos ver que los referentes heroicos que tienen hoy los soldados vienen precisamente de ese universo en el que la guerra es un juego en bytes.  

PS: Recomiendo la lectura de ‘Las más de la guerra’, post de Hernán Zin:

Presentar a la violencia armada solo como algo noble, quirúrgico, profesional, es un intento de enmascarar la verdad. Y, lo que resulta peor aún, es dar argumentos para que las guerras se perpetúen y multipliquen. Sigan existiendo.

 

 

Harry, el capitán matatalibanes

Moeh Atitar de la Fuente - Tuesday 22 de January de 2013

He matado en Afganistán, pero papá quería que actuara cómo un príncipe (…)He tomado una vida para salvar otra vida.  Si hay gente que trata de hacer cosas malas a nuestros chicos, entonces los ponemos fuera de juega (…); “nuestro trabajo aquí es asegurarnos que los chicos en tierra está seguros, y si eso significa que hay que disparar a alguien que les dispara, pues lo haremos (…)

Estas palabras han sido pronunciadas por el capitán Wales, de 28 años. No sería noticia si no fuera el tercero en la línea de sucesión a la corona del Reino Unido.  Harry ha terminado su despliegue en Afganistán con estas declaraciones a la prensa, mantenidas en secreto hasta que ha estado fuera de Afganistán para no poner en peligro su seguridad.

 

Harry, a la carrera en Afganistán

Harry es un auténtico descelebrado: recuerden sus disfraces de nazi, su coqueteo con la droga o su juerga en Las Vagas… cosas de poca importancia (y de mal gusto) si no fuera quien es. Ahora reconoce sin despeinarse que ha matado desde los mandos un helicóptero Apache. Ni siquiera existe un atisbo de lamento, de conciencia. Lo que más perturba es esa naturalidad con la que reconoce que ha matado.  Un porte de chulo matón, de superhéreo, un Tom Cruise en Top Gun y encima con sangre azul.

Lo extraño no es que este niño de papá — acuérdense del cabreo que se pilló cuando no le dejaron ir a la guerra en Irak, y luego como se le fabricó en secreto una tour para que el niño fuera a la guerra de Afganistán — lo diga, lo piense y lo asimile. Lo extraño es que nadie le haya frenado, que ningún asesor le haya aconsejado que eso niño no se dice, que mejor cuenta cualquier milonga o frase tópica sobre la guerra, diciendo que si, pero sobre todo diciendo que no, y todo lo contrario. Una respuesta acorde con los asesores:  una cínica. Así no le damos munición propagandística tan buena al enemigo taliban.

Así que todo ese aparataje mediático que rodea a una institución tan propagandística como es la monarquía ha querido que nos enteráramos todos que su príncipito cumple con su deber, que es un buen soldadito, y que subido a su Apache (eso si, no a cara de perro) mata a nuestros malos. No es nuevo: su tío Andrew combatió en La guerra de Las Malvinas, también a bordo de un helicóptero (la infantería no es cosa de príncipes)  y por empecinamiento de la propia reina que se negó en redondo a que su hijo permaneciera en la retaguardia. Son save the Queen. 

No sé que pensaría Lady Diana: ella lanzándose a desminar el mundo y su vástago matando hombres.

Por cierto, no me resisto a copiar el arranque de este análisis de H.Freeman en The Guardian:

Is it a bird? Is it a plane? Probably a Chinook? Yes! It’s the return of Captain Wales! That superhero who flies into Britain’s life sporadically, straight out of the ebony shadows of an agreed media omerta and into the carefully controlled lights of a single media interview, replete with photos that can’t help but look like an especially sloaney university’s production of Top Gun (it’s the sunglasses).

 

Apuntes sobre Malí (II)

Moeh Atitar de la Fuente - Monday 21 de January de 2013

La historia y sus referentes. En 1893 Francia acababa militarmente con las estructuras montadas por Oumar Tall, heredadas por su hijo Ahmadou Tall, en parte de lo que hoy conocemos como Malí. Un movimiento hereditario, con la yihad en su discurso, que imponía teocracias con modelos administrativos copiados del imperio otomano. Para unos, líderes contrarios a la colonización; para otros, simples contrabandistas que amenazaban los intereses de Francia. El hijo llegó a pactos con Francia, pero todo concluyó con una intervención militar gala a gran escala. Los habitantes del sur de Malí recibieron con los brazos abiertos al Ejército francés que acabó con el movimiento creado por los Tall. Lo recuerda Peter Chilson en FP.

El consenso político. ¿Qué piensa el expresidente Sarkozy de esta intervención?  Él guarda silencio, pero su portavoz oficioso, Brice Hortefeux, ya ha criticado que Francia haya emprendido esta guerra de manera aislada, sin el suficiente apoyo militar y diplomático de otros países. El partido de Sarkozy, hecho añicos tras su marcha, ha mantenido hasta ahora un apoyo más o menos cerrado a la intervención. Pero Copé, presidente actual del Partido, decía hoy en una entrevista radiofónica:

Quels sont les objectifs? […] Il faut que le président de la République dise à partir de quels critères il considèrera que les objectifs ont été atteints. Est-ce que c’est la lutte contre le terrorisme international? Contre le terrorisme dans cette région? Est-ce permettre la réunification du Mali?

El libro blanco.  Francia trabaja ahora mismo en la elaboración de un ‘Libro blanco’ sobre la Defensa, para marcar sus líneas estratégicas. Estos apuntes deberían de haber estado listos en 2012, pero la llegada de Hollande retrasó la publicación final. Parece que estas líneas maestras apuntaban a una disminución de la fuerzas de infantería, para primar sobre todo la fuerza naval y aérea. Francia, hasta ahora, no pensaba que iba a necesitar fuerzas significativas de tierra para intervenir en un país.  Malí puede cambiar las cosas, para volver a poner en valor las fuerzas terrestres. ¿Saben cuántas referencias hay en el Libro Blanco vigente sobre Malí? Ninguna: solo alusiones muy genéricas a la presencia de Al Qaeda en el Sáhara, pero nada concreto. En cuatro años cambian mucho las cosas.

La guerra ‘étnica e identitaria’. Coinciden casi todos los periódicos franceses en publicar artículos sobre las diferencias entre la población de Malí, con palabras como venganza o revancha. Ya saben: hay que poner paz.

 Este post se irá actualizando con epígrafes a partir de lecturas y artículos sobre la guerra en Malí. Te puede interesar leer el post anterior, Apuntes sobre Mali (I)

Apuntes sobre Mali (I)

Moeh Atitar de la Fuente - Thursday 17 de January de 2013

Una guerra asimétrica. La estrategia y la táctica de los grupos rebeldes de Malí responden a la configuración de una guerra asimétrica: frente a un ejército regular, estos se mueven con la ventaja y la adaptación del terreno. No puede faltar un clásico en gran parte de las guerras africanas: los vehículos pickup donde los rebeldes tienen instaladas armas que pueden trasladar con gran facilidad.

Francia se enfrenta a un enemigo que no entiende de filas ni de ‘teatro de operaciones’. El asalto a una planta de gas en Argelia es la mejor prueba: golpeará donde puede y con la mayor resonancia, no siempre buscando el mayor número de bajas. Es una de las características más claras de un conflicto asimétrico. Frente a este enemigo, la guerra convencional que parece haber iniciado Francia, no sirve de mucho si no hay estrategias de respuesta también asimétricas.

¿Todo es Al Qaeda? Bajo la ‘marca’ Al Qaeda se circunscribe distintos grupos terroristas que responden a una estrategia global muy genérica, que mantienen su propia estrategia particular. En el norte de Malí actúan distintos grupos que comparten una ideología islamista radical; gran parte de estos grupos han contado con el apoyo de Al Qaeda para el Magreb Islámico (AMI), que ha encontrado en el norte del país su mejor refugio. ¿Todos son Al Qaeda? No parece: por ejemplo, el grupo que realizó el ataque y secuestro en una planta de gas en el sur de Argelia se escindió de AMI porque su lider, Mokhtar Bel Mokhtar (alias El Tuerto), prefería actuar por libre y seguir moviéndose con demasiada frecuencia en el mundo del contrabando. El ataque sería un golpe encima de la mesa del resentido exlíder de AMI, pero siempre enmarcado en la causa: una venganza porque Argelia ha permitido el uso de su espacio aéreo a Francia.

Los intereses. No parece que, a priori, esta guerra tenga algún interés económico. Malí es un país pobre, y los datos de comercio entre la excolonia y Francia no parece que sea el factor determinante. Las minas de oro suponen un porcentaje importante para la economía malinense, pero irrisorio para París¿Una guerra sin interés económico alguno? No hay guerra en la historia donde no haya siempre un factor económico: nadie manda ‘a morir y matar a sus hijos’ por nada, ni siquiera por el honor.
Malí es importante para Francia por su localización: es frontera con Níger, donde se extrae más de un tercio de todo el uranio usado en las plantas nucleares galas, que proporcionan más del 75 % de toda la energía del país vecino. Tener un ‘Afganistán africano’, con grupos afines al Al Qaeda, amenaza todos esos recursos fundamentales para la seguridad energética de Francia.

Las armas. La caída de Gadafi supuso que todo el arsenal que le habían proporcionado los países occidentales desde su rehabilitación como país ‘amigo’ y no patrocinador del terrorismo quedaba sin control. Partes de esas armas han pasado a estar en el mercado negro, así como bajo el posible control por parte de grupos afines a los rebeldes malinenses y/o de Al Qaeda. Entre ese armamento podrían estar los misiles antitanque Milan, vendidos por Francia al régimen de Gadafi, y que ahora habrían llegado a los grupos afines a Al Qaeda en Malí, aunque no está claro que sepan usarlos.

El fracaso. Malí ha formado parte de la estrategia que lanzó EE UU después del 11-S. Washington patrocinó y entrenó a las tropas de países africanos como Malí para hacer frente a la presencia cada vez más importante de grupos afines a Al Qaeda. Parte del nacionalismo tuareg (población nómada, distinta a la árabe) ha encontrado apoyo en AMI, que se ha ido desplazando hasta el norte de Malí y del Sahel, ante el empuje de las fuerzas argelinas (no siempre eficiente, como demuestra el asalto perpetrado en Argelia a 2.000 km de la frontera de Malí). La retórica de los distintos grupos rebeldes a Bomako coincide en defender un estado islámico muy parecido al impuesto por los talibanes en Afganistán.

Paralelismo afgano. En un conflicto solemos cometer el error y el acierto de acudir a paralelismo con conflictos parecidos. En este caso, Afganistán ha sonado desde el principio en el imaginario de todos los analistas. Quizá no se  hayan aprendido las lecciones que se deberían haber extraído de Afganistán.

Los rebeldes del norte se adaptan muy bien a un terreno hostil: solo el norte de Malí es 1,5 veces mayor que toda Francia y en desierto. Los expertos militares hablan que cuanto más suba la temperatura en la zona, más difícil, por ejemplo, será usar los helicópteros, arma clave para responder a un enemigo difuso.

Pero también se puede parecer a un Afganistán bien remoto, el de los grupos mujahidines, que actuaba casi cada uno por si cuenta frente al enemigo soviético ¿AMI controla a todos los grupos?¿Responden a todos los grupos a una estrategia más común? Una respuesta que se irá definiendo con el tiempo, porque en la actualidad hay que reconocer que el desconocimiento gana a cualquier certeza.

La salida. Francia sostiene que estará el tiempo necesario y que piensa contar con el apoyo de otros países africanos. No parece que de momento eso se vaya a cumplir en un espacio de tiempo relativamente corto, y el Ejército de Malí no ofrece desde luego las mejores garantías para los intereses de Francia

La semántica. No oirán al gobierno galo hablar de islamistas. Para París son terroristas. La semántica está siendo clave dentro de esta guerra, para atenuar una frente interno: Hollande quiere evitar a todo costa que esta guerra sea vista como una guerra contra el Islam que pueda levantar a la población musulmana francesa.

ISSOUF SANOGO (AFP)

Ciegos.  De cara a la comunicación, París tiene ganado, de momento, todo el espacio informativo: controla la zona de guerra y no hay presencia significativa de periodistas en las zonas de combate. No vamos a ver imágenes desagradables, y  solo podemos ver como esperan los soldados franceses a entrar en combate desde Bamako. Los rebeldes y grupos terroristas implicados solo tienen una estrategia posible: mostrar todo el aspecto descarnado de la intervención así como su propio ensañamiento con el enemigo.