P. Cuéntame entonces cómo viviste tú aquella mañana de marzo de 2004.
R. Como cada día, me levanté a las 6.45. Me arreglé, compré el periódico y me fui a la estación de Cercanías de El Pozo. Cuando llegó el tren, me dirigí hacia la segunda planta de uno de los coches.
Una vez allí, y justo cuando me dispuse a sentarme, se produjo una primera explosión. De repente me vi sentado encima de un señor de la planta de abajo. Yo, como si nada, le pedí perdón. No sé en qué estaría pensando.
En eso, se produjo una segunda explosión. Ahí perdí el conocimiento. El atentado me dejó muy grave, y desde entonces salgo de una operación para entrar en otra.
P. Lo recuerdas con mucha claridad.
R. Aún hoy intento, en ocasiones, recordar algunas imágenes de aquel día por duras que me resulten. Otras veces se plantan en mi cabeza sin previo aviso.
P. ¿Se llega a superar de alguna manera algo así?
R. Esto es difícil de superar. Hay 2.000 elementos que te lo recuerdan a diario: manifestaciones, prendas, colores, olores, etc. Pero yo no pierdo la esperanza de superarlo algún día.
P. ¿Qué necesitas para pasar página?
R. Que se acabe el juicio, al que he sido citado en calidad de testigo. Esto me permitirá empezar a hablar de otras cosas.
Han pasado tan solo tres años, y
el juicio por el 11-M está en marcha. Es la Justicia y no algún sector de la
prensa conspiranoíca la que le toca juzgar y establecer la verdad jurídica, la única que vale en democracia.