Usan palabros y giros periodísticos. Hablan tranquilamente de “según fuentes de la investigación”; se cuelgan medallas, dándo “primicias”, consiguiendo “entrevistas exclusivas”; son capaces de llegar, y reconstruir un asesinato; cuando no tienen más que pajas en la cabeza, ponen el preventivo: “es una hipótesis que se está barajando…”; establecen sus juicios paralelos sin problema; y estos días, con el asesinato de Marta del Castillo en Sevilla, rondan por los platós de casi todas las televisiones. Se disfrazan como periodistas, dicen que hacen periodismo, pero lo suyo es espectáculo, y hay muertes más espectaculares que otras.
Esperaba la opinión de Enric González sobre este tema, porque tira de algo fundamental que suele ser poco común: el sentido común. Marta, se titula la columna publicada hoy en El País, de la que extraigo éste párrafo:
Vayamos haciéndonos a la idea de que el periodismo representa sólo una porción pequeña y decreciente de la oferta mediática. El periodista no sólo debe comprometerse a proporcionar una información fiable y contrastada, sino que debe someterse a una serie de reglas deontológicas. En el entretenimiento informativo no se requieren ni fiabilidad ni límites. ¿Nos quejamos de la televisión? Pues esperen a que despeguen los medios digitales, destinados a convertirse en una supertelevisión mezclada con enormes cantidades de texto. Ya hoy, los digitales más solventes combinan información y entretenimiento informativo. ¿Cómo los separaremos? ¿Qué prevalecerá? La tendencia es clara: si colocamos en el digital una importante noticia política (según va la cosa, supongamos que el titular es “Un venado caza al ministro de Justicia”), y al lado un vídeo de Madonna en porreta viva tocando la mandolina, ¿cuál tendrá más audiencia? ¿Dónde querrá ir el anunciante? La respuesta es obvia.
Las audiencias responden a estos espectáculos; la culpa luego es del periodismo que se hace, cuando queda claro que es todo menos periodismo0; y todos nos rasgamos las vestiduras. Pero no creo que haya que mirar solo a la televisión, solo a la prensa escrita, a la radio o Internet . Se trata de la base de los que están emitiendo (los medios), y de los que se deciden a recibir determinados mensajes (¿se va de rositas la audiencia pasiva?). Unos y otros se retroalimentan. Y volverá esta polémica cuando otro caso espeluznante como éste asalte de nuevo a las pantallas y conmueva a la sociedad. Seguro.