Es inevitable: hay que seguir hablando de Obama, o mejor dicho de su “histórica victoria”. El nuevo inquilino de la Casa Blanca cae bien a los medios de comunicación y a los periodistas. Seduce a la cámara, seducen sus palabras. ¡Le compramos el producto! Sí, somos simples los periodistas. Pero los lectores, oyentes, televidentes lo son también, porque a ellos también les seduce. Obama ha llegado y ya ha obrado un milagro: ha salvado a la prensa escrita.
Leo en NYT que la prensa escrita, la de toda la vida, ha estado de enhorabuena por la cantidad de periódicos que se han vendido. Los periódicos de papel que han visto estos últimos tiempos malos tiempos han tenido ayer un momento de gloria. Aquellos que no se vendía, ayer arrasaron. Pero la gente no los compraba sólo para informarse. Los compraban como objeto de fetiche. Muchos acudieron al puesto de venta armados con una bolsa protectora para meterlo dentro y conservarlo desde el momento cero. Otros ya han visto el negocio, y según cuenta del NYT, ya hay algunos ejemplares puestos en subasta en e-Bay.
El Boston Herald, con una portada bien diferenciada, para llamar la atención del comprador de fetiche. En Newsdesigner podéis ver una selección de primeras páginas.
El fetichismo es un negocio. El mismo NYT salió con un tirada adicional del 35%. Fue insuficiente, y le tuvieron que dar al botón para imprimir otras 75.000 copias. The Washington Post no sólo le dio a la maquina de hacer más números, sino que subió el precio de 0,50 dólares a 1,5. El lector del Post tradicional se quejaría, pero los 30.000 extra ni se fijaron — porque no leen, no compran — en el precio del periódico.
Recuerdo las elecciones en las que Sarkozy se hizo con la presidencia. Salvando las distancias — y mucho — recuerdo ver en las calles de la capital se llenaron de furgonetas que vendían números extra con la cara en grande muy en grande del nuevo presidente.
Aquí pasa algo igual. Una amiga me pedía el número de El País con el titular histórico de ayer de la última edición de Madrid. Espero que me hayan guardado dos, porque yo no solo soy un lector de papel, también tengo mi punto fetichista, y ayer a última hora ya no los había en mis kioscos de confianza.
Obama ha llegado y ya ha salvado a los periódicos de papel de todo el mundo. Pero como en todo, ya se pasará la euforia, y la realidad volverá inexorable. Los lectores de siempre seguirán comprando — al precio de siempre — su periódico de toda la vida. Los editores seguirán esperando a que pase algo digno de fetichismo para que la gente acuda de nuevo de forma masiva a los kioscos para guardar ese trozo de papel histórico. El pantallazo de una web no es lo mismo. En esto el papel le pega una paliza a cualquier versión en Internet.