Guerra y Paz

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Moeh Atitar de la Fuente

Periodista, fotógrafo y blogger. Más sobre el autor.

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Una ejecución en Irak

Moeh Atitar de la Fuente - Tuesday 7 de October de 2008

Hoy me ha estremecido el reportaje que escribe Robert Fisk en The Independent. El escenario es el cuartel general de los servicios secretos en Kazimiyah, un barrio chií de la capital iraquí. El guión, el de una cruel ejecución por parte de iraquíes, en su particular Abu Ghraib . El relato, de un ex oficial británico:

“Pero ahorcar no es fácil. Hay una celda con un barra debajo del techo de la que cuelga una soga y un banco en el que la victima está de pie con las manos atadas (…) He estado en la celda, aunque siempre estaba vacía. Pero no mucho antes de que la visitara, llevaron a ese chico para ahorcarlo. Le hicieron ponerse en pie en el banco, le pusieron la soga alrededor del cuello y le empujaron. Pero saltó al suelo. Podía ponerse en pie. Así que acortaron la cuerda de la soga y lo pusieron de nuevo en el banco y volvieron a empujar. Pero no fucionó.
Empezaron a cavar en el suelo donde estaba el banco para que el chico pudiera caer lo suficiente para que se le partiera el cuello. Levantaron las baldosas y el cemento. Pero eso no funcionó. Podía mantenerse aún en pie cuando retiraban el banco. Así que le llevaron a una esquina de la celda y le pegaron un tiro en la cabeza”

El artículo de Fisk no hace más que indignarte. Recoge también casos de gente casi iletrada a la que las fuerzas estadounidenses acusaban de tener un doctorado, de haber estudiado en la Sorbona, y de ser las mentes de las armas de destrucción masiva con las que dicen que soñaba Saddam Hussein, que por cierto también fue ahorcado.

En la festividad de la llegada de la supuesta democracia importada, se abolió la pena de muerte, usada hasta la saciedad por la dictadura depuesta. Pero el Gobierno interino la restituyó en agosto de 2004: había que limpiar Irak, y la pena de muerte estaría en activo hasta que el país quedara niquelado. Y así colgaron a Saddam y a unos cuantos acólitos; pero también a muchos otros, en muchos casos sin al menos juicio público. Al menos 33 según Amnistía Internacional. Sumen todos los que no se oficializan y simplemente se ejecutan.