Un rescate made in France
Saturday, April 12th, 2008
Todas las alarmas se encendieron en el Elíseo cuando llegó la noticia de que el yate de lujo Ponant había sido secuestrado en aguas somalíes – junto a las de Nigeria, las más peligrosas — por piratas. Alarma, pero también oportunidad: demostrar que Francia es capaz de gestionar con éxito una operación de envergadura, con la filosofía que quiere dar a Sarkozy de la France
Una célula de crisis encargada del seguimiento se puso en marcha desde Marsella, donde se ha coordinado todas las acciones. Desde allí se lanzó en el mensaje de que el Gobierno francés no iba a pagar ningún rescate. Al mismo tiempo, se pusieron en marcha los recursos que Francia dispone en la zona, principalmente la presencia de la Armada y sobre todo la base militar que tiene en Yibuti.
Así, miembros de GIGN – el grupo de élite de la Gendarmería, uno de los de más nivel del mundo — fueron enviados a Yibuti, para luego ser trasladados hasta la zona. Según informa Reuters, parte del equipo se lanzó en paracaídas desde un aparato Trasall c-130 de fabricación en parte francesa. Los gendarmes de élite fueron a parar al buque Commandant Bouan, encargado del seguimiento del yate.
En paralelo el armador francés del yate se encargó de recoger 2 millones de dólares para pagar el rescate a los que en primer momento se cifró en diez piratas que retenían a su tripulación. Hay una parte del secuestro que es preocupante: el abordaje se produjo con barcazas o lanchas que no tenían una autonomía para llegar desde la costa, con lo que se sospecha usaron una embarcación mayor como nodriza. El prototipo de estos piratas dista mucho de los bucaneros que asolaban los mares en siglos pasados: armados con Ak-47, muchos de ellos no saben ni nadar, y se dedican sobre todo al pillaje de embarcaciones, buscando dinero en metálico, alcohol… Lo preocupante es que los secuestros son cada vez más frecuentes, y si sigue sin haber una presencia militar internacional con autoridad fuerte frente a las costas somalíes continuarán depurando la técnica.
Después de una semana de secuestro – con la nave francesa a menos de dos kilómetros de la costa somalí – el armador llegaba a un acuerdo con los secuestradores, y prometía un intercambio de dos millones de dólares por los 30 tripulantes, de los cuales 20 son de nacionalidad francesas y el resto son ciudadanos ucranos y filipinos. El Gobierno cumplía así su promesa de que no iba a pagar un rescate, y era el armador quien negociaba con los secuestradores.
Como es tradición en la piratería, el intercambio del rescate se produjo en un punto acordado en el mar. Una lancha de la armada francesa en la que viajaban tres miembros del equipo de élite de la gendarmería – posiblemente el mando del equipo, para evaluar de cerca a los piratas – se encontró con otra embarcación pequeña donde viajaban tres bucaneros. Allí se produjo el intercambio del dinero.
Momento en el que una de las tripulantes desciende del yate Ponant
El acuerdo previo señalaba que mientras se producía el intercambio, la tripulación tenía que estar a borde de los botes del propio yate. Una vez recibido el ok, pudieron enfilar rumbo dirección a la fragata Jean-Bart . A bordo del Ponant sólo quedaba el capitán.
Seguros ya del triunfo, los piratas abandonaron el yate camino a la costa, donde les esperaban dos vehídulos todoterreno. Cometieron el error de no llevarse a ningún rehén que garantizara el éxito de su huida. Allí es cuando entra en juego otro avión de fabricación francesa – el Atlantique 2 – que se encarga de seguir de cerca a los vehículos y proporciona los datos a dos helicópteros donde vieja en equipo de elite de la gendarmería.
La operación de detención es limpia, sin bajas ni heridos: tiradores de élite disparan al motor de los vehículos que se detienen en seco, al tiempo que descienden los efectivos del equipo de elite que detiene a seis piratas y recuperan el motín.
Quedan bastantes cosas por explicar, como por ejemplo dónde están los otros al menos 4 bucaneros. Francia sin duda sacará pecho, mostrando a los capturados. Lo más seguro es que no haya vídeo de la operación (muy controlada desde el punto de vista informativo, como es tradición en el Ejército Francés, uno de los que más cuida la comunicación) para no revelar las técnicas usadas y los detalles de la operación, que solo ha sido posible por la amplia presencia militar francesa en el continente africano. La grandeur française también lanza un mensaje, del que sin duda Sarkozy sacará partido para mejorar su popularidad: nadie se mete con un ciudadano francés. Un día estas aventuras pueden fallar.
De todo este episodio de secuestro – que no es el primero ni será el último – esperemos que la comunidad internacional saque conclusiones y se consensúe una presencia militar en la zona, que por otro lado ya se realiza con la escolta de cargueros con ayuda humanitaria. Francia ya ha comenzado a dar pasos. Lo mismo debería plantearse España, sobre todo para la protección de pesqueros, una reclamación que viene de antiguo y ha sido muchas veces desoída.
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