Especial Mundial: Fútbol y Globalización (I)
Moeh Atitar de la Fuente - Thursday 22 de June de 2006
En éste Mundial se están enfrentando 24 naciones de los cinco continentes. Jesús Clavijo en un comentario a un post anterior lanzaba la siguiente reflexión:
“el Mundial ha quedado como un reducto simbólico de cuando las guerras se daban por enfrentamientos entre estados. ¿No te parece, por tanto, que el Mundial es un anacronismo antiglobalizante, un canto irracional y desfasado a la lógica de los estados-nación?”
Sí, es un reducto; pero como señalaba solo es simbólico. Las identidades nacionales siempre fueron constructos artificiales, creados por el hombre, en un proceso de identicación con sus semejantes. Necesitamos formar parte de un grupo, aunque sea para negativizarlo y decir esa frase tan bonita: “yo soy ciudadano del Mundo.”
Los encuentros entre las selecciones nacionales sirven para afirmar esa identidad nacional, tal y cómo señala Raffaele Poli en el artículo Indentidades nacionales y globalización. Simbólicamente, es una guerra en un terreno predeterminado, con unas normas predeteriminadas; la hinchada se siente representada por ese grupo de 11 hombres, y ganan o pierdem España, Brazil, Alemania o Inglaterra; pierde o gana todo el estado-nación.
Pero solo es un reducto. Lo demás es global.
Los encuentros entre las selecciones nacionales sirven para afirmar esa identidad nacional, tal y cómo señala Raffaele Poli en el artículo Indentidades nacionales y globalización. Simbólicamente, es una guerra en un terreno predeterminado, con unas normas predeteriminadas; la hinchada se siente representada por ese grupo de 11 hombres, y ganan o pierdem España, Brazil, Alemania o Inglaterra; pierde o gana todo el estado-nación.
Pero solo es un reducto. Lo demás es global.
La audiencia es mundial. Se ha calculado que la audiencia acumulada en todo el mundo para los 64 partidos será de 33.000 millones de espectadores, a través de las 250 cadenas en 200 países. Todo un escaparate que le ha costado a los 15 patrocinadores unos 500 millones de dólares.
Es global, porque no importa que tu selección no juege el mundial. Dos ejemplos cercanos: en Marruecos y Argelia no iban a ver el mundial, y eso que sus selecciones no se habían clasificado. Marroquíes y argelinos querían seguir el juego de Ronaldhio, Fernando Torres o al hereo Zidane (otro ejemplo de identificación: los argelinos dirán, “no importa que sea francés y cante la marsellesa como Chirac, en el fondo es uno de los nuestros”), pero la plataforma francesa pirateada a discrección había cambiado los códigos; una plataforma árabe había comprado los derechos, pero era demasiado caro para marroquíes y argelinos. Los dos gobiernos solucionaron el problema de manera distinta: Argelia, subvencionó la venta de tarjetas para acceder a la plataforma árabe; Marruecos intercedió en las altas esferas para que los partidos más importantes pudieran ser transmitidos por la televisión estatal.
Paradógicamente, el precio alto que los espectadores tienen que pagar para ver los partidos desde sus casas ha unido a palestinos y israelis. Los palestinos no pueden pagar normalmente el abono mensual a la plataforma ART que tiene los derechos del mundial; la situación se agrava cuando la mayoría de la economía depende de las ayudas internacionales, suspendidas desde la llegada de Hamas al poder. El fútbol no es ajeno a la política internacional.
Si la situación de los palestinos es extrema, la del resto de países árabes no es nada halagüeña. Mal negocio ha hecho la plataorma ART, con unos abonos que responde a precios europeos, que ni de lejos pueden hacer frente las economías familiares. Solución: sacarle el dinero a la publicidad en vez de a la audiencia.
Pero si las audiencias son globales el público que asiste en directo a los estadios alemanes también lo es. Todos los equipos tienen una representación de su hinchada; España ganó por 3-1 a Túnez, pero la hinchada tunecina era mayoritaria en las gradas. Las distancias yo son salvables por cualquier persona, salvando el factor económica. No hay que olvidar que la mayoría de los tunecinos no venían de Túnez, sino que eran emigrantes en Europa que se acercaron a ver a su selección.
En el espectáculo del fútbol, vemos representado otro factor propio de la globalización: los procesos migratorios. Sin irnos más lejos, el segundo país con más ecuatarianos es España. Los ecuatarianos han seguido el brillante progreso de su selección en la primera fase. Tanto que 6.000 ecuatorianos se reunieron en Vistalegre para ver el primer encuentro frente a Polonia. En el segundo partido ya celebraron su paso a cuartos de final.
Es global, porque no importa que tu selección no juege el mundial. Dos ejemplos cercanos: en Marruecos y Argelia no iban a ver el mundial, y eso que sus selecciones no se habían clasificado. Marroquíes y argelinos querían seguir el juego de Ronaldhio, Fernando Torres o al hereo Zidane (otro ejemplo de identificación: los argelinos dirán, “no importa que sea francés y cante la marsellesa como Chirac, en el fondo es uno de los nuestros”), pero la plataforma francesa pirateada a discrección había cambiado los códigos; una plataforma árabe había comprado los derechos, pero era demasiado caro para marroquíes y argelinos. Los dos gobiernos solucionaron el problema de manera distinta: Argelia, subvencionó la venta de tarjetas para acceder a la plataforma árabe; Marruecos intercedió en las altas esferas para que los partidos más importantes pudieran ser transmitidos por la televisión estatal.
Paradógicamente, el precio alto que los espectadores tienen que pagar para ver los partidos desde sus casas ha unido a palestinos y israelis. Los palestinos no pueden pagar normalmente el abono mensual a la plataforma ART que tiene los derechos del mundial; la situación se agrava cuando la mayoría de la economía depende de las ayudas internacionales, suspendidas desde la llegada de Hamas al poder. El fútbol no es ajeno a la política internacional.
Si la situación de los palestinos es extrema, la del resto de países árabes no es nada halagüeña. Mal negocio ha hecho la plataorma ART, con unos abonos que responde a precios europeos, que ni de lejos pueden hacer frente las economías familiares. Solución: sacarle el dinero a la publicidad en vez de a la audiencia.
Pero si las audiencias son globales el público que asiste en directo a los estadios alemanes también lo es. Todos los equipos tienen una representación de su hinchada; España ganó por 3-1 a Túnez, pero la hinchada tunecina era mayoritaria en las gradas. Las distancias yo son salvables por cualquier persona, salvando el factor económica. No hay que olvidar que la mayoría de los tunecinos no venían de Túnez, sino que eran emigrantes en Europa que se acercaron a ver a su selección.
En el espectáculo del fútbol, vemos representado otro factor propio de la globalización: los procesos migratorios. Sin irnos más lejos, el segundo país con más ecuatarianos es España. Los ecuatarianos han seguido el brillante progreso de su selección en la primera fase. Tanto que 6.000 ecuatorianos se reunieron en Vistalegre para ver el primer encuentro frente a Polonia. En el segundo partido ya celebraron su paso a cuartos de final.
Yo sigo creyendo que, aunque el escenario es global, los actores son escrutados en función de su “identidad nacional”. Y, puede que aquí resida el èxito de la cosa.
Me pregunto si un Mundial de clubes tendría tb. estas cuotas de adhesión.
Estamos de acuerdo. No digo lo contrario, sino que eso ha quedado como un reducto. Lo de los mundiales de clubes fue un fracaso, te doy toda la razón. El mundial nos da aún ese punto de sentir la identidad nacional.
Además, ¿cómo explicamos que haya gente interesada en el mundial si su selección no juega?
Yo sostengo, que pese a que es importante, el proceso de identificación queda aparcado ante la magnitud global del fútbol. A lo mejor estamos ante una paradoja: la única manera de que los Mundiales tengan esa magnitud global es que apele a los procesos de identificación nacional.
Sólo una aclaración mínima, son 32 las naciones en liza, repartidas en 8 grupos de 4 selecciones.
Por lo demás, muy interesante el post.
Muchas gracias por la corrección. ¡Qué cabeza la mia!
La tecnologización, su magnitud y difusión han supuesto la expansión de lo que Andrés Montes cataloga como “Pasión de multitudes”. Pero el fútbol representa mucho más que una enervación de valores nacionales. El marketing es el nacionalismo más grande de todos cuantos hay. Su bandera la portan estandartes, mitos -casi nunca héroes- proyectados en todos los recursos publicitarios posibles. La gentes nacionalización o cultura por una selección solo estña reservado a los países con identidad de selección, ojo, no con identidad de fútbol de club. En ese sentido como bien ha escrito Segurola, España es un país tribal, donde el país se para cuando el Madrid o Barça juegan el partido que sea, mientras que eso queda reservado a la selección solo cuandojuega un Mundial, Eurocopa o una partido vital para clasificarse.
Pero quiero volver a un asunto que amí me interesa por ser el reflejo del centro con la periferia. La brecha recnológica es preclara incluso en un mundial, viene marcada por la pobre calidad de los receptores y por el formidable precio que han de asumir países con salarios de media muy inferiores al coste que supone adquirir el mundial. Me pregunto, no estaremos perdiendo una fabulosa ocasión a través de los mundiale sde fútbol o de los juegos olímpicos de enviar un mensaje a la opinión pública que las cosas pueden cambiar positivamente no solo cada cuatro años.