Felici: el primer fotógrafo de un papa
Wednesday, March 13th, 2013
Si El Vaticano tiene algo es tradición. Allí están, por ejemplo, los guardias suizos que guardan las espaldas de los papas desde el siglo XV. Se confirmaron en el puesto cuando protegieron al papa el 6 de mayo de 1527 durante el asedio de las tropas de Carlos V. Las tropas debían de estar más pendientes del saqueo de las joyas vaticanas y de la violación de novicias que de ir a por la cabeza del papa. Defendiendo el palacio de Sant Angelo murieron 42 de los 150 soldados.
Con la fotografía a El Vaticano casi le pasa lo mismo.
El Vaticano ha necesitado la fotografía fundamentalmente como proyección de poder. Antes usó la pintura para esa función. Fue Pio IX (el del pastel) el primer papa en ser fotografiado. Su papado (1846-1878) coincidió con el desarrollo más incipiente de la fotografía y uno de los que le pudo retratar fue Giuseppe Felici.
Felici se mueve en los círculos de artistas, músicos y de algún que otro cardenal. Muchos pasan por su estudio, fundado en 1863 y aún en activo. También trabaja como documentalista, fotografiando las distintas obras de renovación de la Ciudad Eterna. En 1888, ya con León XIII como sentado en la silla de San Pedro, organiza una suerte de exposición con motivo de su jubileo. El papa le nombró entonces “Fotógrafo papal”, teniendo acceso en exclusiva a la corte vaticana. Se dedicó a ello en cuerpo y alma, y orientó toda su actividad a El Vaticano. Curiosamente quien le nombra fotógrafo oficial y exclusivo de El Vaticano, León XIII, no se deja retratar. Consideraba a la pintura “superior y más benevolente en la presentación del ser humano”. No fue hasta 1901 cuando obtuvo la exclusividad y digamos que un contrato fijo.
Hoy en día el estudio Felici sigue en pie. Ya no tienen ese privilegio de retratar en sesiones privadas al papa de turno. “Anteriormente, en tiempo de Juan Pablo II y antes, cuando todavía se utilizaban cámaras analógicas, hicimos retratos oficiales”, cuenta el bisnieto del fundador en una entrevista. “Entonces había que construir las condiciones de iluminación ideales para un retrato. Desde que usamos cámaras digitales, eso ha cambiado. Hoy tenemos el privilegio de tener muchas oportunidades de estar cerca del Santo Padre y es mucho más fácil conseguir un retrato improvisado. Con Benedicto XVI, no hemos hecho ningún posado, pero fotografiado en muchos retratos espontáneos”.