Guerra y Paz

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Moeh Atitar de la Fuente

Periodista, fotógrafo y blogger. Más sobre el autor.

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Archive for March 11th, 2013

Aquel maldito 11 de marzo

Monday, March 11th, 2013

Aquel maldito 11 de marzo era un mocoso de 4º de Periodismo que se despertó para distribuir en la facultad de Farmacia el diario El País; mi primera relación contractual con El País fue esa: repartirlo entre estudiantes universitarios.

Por eso madrugué y pude acudir enseguida, de manera automática, a donar sangre. Era asiduo y la verdad que ni lo pensé. Cuando llegué al Clínico no había cola; 15 minutos más tarde, con el esparadrapo tapando la minúscula herida, la cola llegaba hasta la misma puerta de la calle, y unos enfermeros y médicos pedían a la gente, la mayoría estudiantes del CEU, que se fuera, que no daban a basto, que mejor volvieran en una semana, que entonces sí que haría falta.

Me fui andando hasta Farmacia; había tráfico, pero Madrid estaba en silencio, roto solo por las sirenas, que indefectiblemente todos relacionábamos con los atentados, aunque fueran meras ambulancias trasladando a los enfermos ‘normales’ al hospital.

Farmacia estaba desierta. No me acordé hasta entonces que había una huelga universitaria. Desde El País, el día anterior, nos dijeron que teníamos que acudir a repartir el periódico, pero que si había “algún follón” que nos fuéramos. Me alivió pensar que algunos estudiantes se habrían librado del destino de la muerte porque estaban en huelga.

No vino nadie, o casi nadie, a recoger su ejemplar. Los estudiantes habían ganado, a través de un sorteo, tener a diario durante un mes un ejemplar de El País. Tenía una lista en la que debía de ir tachando cada vez que uno de ellos recogía su periódico. Como ha prescrito el delito, confieso ahora que se lo daba a todo el mundo, le hubiera tocado o no el sorteo.

De esa lista me sabía muchos nombres de memoria, sobre todo de los asiduos, y en especial de alguna asidua. En los días posteriores a los atentados tuve inquietud y alivio al ver que los frecuentes volvían o no a recoger sus periódicos.

A las 10.30 no tenía ningún sentido seguir allí. Llamé a mi amiga Gema (ella me había enchufado en este trabajo de unos casi 500 euros porque tenía una prima trabajando de becaria en el departamento de Marketing de El País) y me fui con ella y su chico Sergio a seguir las noticias por mi transistor desde la facultad de Odontología. Era una quimera pensar en móviles con conexión a Internet, y menos en Twitter y demás historias, así que mi transistor fue nuestro vínculo con lo que iba pasando. Estábamos destrozados.

Dos años más tarde iba a arrancar el juicio por los atentados. Era un estudiante de doctorado y había acabado un máster en Comunicación Política. Andaba bastante frustado porque no me habían dado unas becas para investigar y hacer mi tesis. Trabajaba, para sacarme algún dinerillo, en una productora que daba servicio a televisiones francesas cuando venían a hacer algún reportaje en España. 100 euros al día. Nunca he ganado tanto. Desde la productora me llamaron para decirme que una televisión francesa venía a cubrir las dos primeras semanas de juicio. Como mínimo iban a ser 1500 euros. Una fortuna.

También sacaba algún dinerillo con un trabajo que me había conseguido Daniel Basteiro en 20 Minutos, filtrando los blogs que se habían apuntado a su concurso.
Ricardo Villa, jefe de la web por aquel entonces, me ofreció moderar también los contenidos de un especial San Valentín. Me apetecía un carajo, pero solo pude decirle que no cuando vinieron los millonarios franceses. Le comenté que iba a estar metido de lleno en lo del juicio, que ya me lo había preparado muy bien y que no iba a tener tiempo para corazonzitos y enamorados edulcorados. Ricardo no solo lo entendió sino que me ofreció toda la infraestructura del periódico para acreditarme si me ponían algún problema.

Los franceses iban a desembarcar la tarde de un jueves y el juicio empezaba un martes, creo recordar. Esa mañana me llamó Basteiro y me chivó que Ricardo quería contar conmigo para cubrir el juicio. Pocos minutos después me llamó Ricardo y me citó para un café. En aquella época él solo tenía tiempo para tomar un café y ese tiempo también lo ocupaba. Me ofreció un contrato fijo, un sueldo digno y mucha confianza.

Seguí todo el juicio para 20 Minutos, formando equipo con Luis Repiso para hacer el ‘minuto a minuto’ de todas las sesiones. Recuerdo como me empollé todo lo que había escrito en El País Txetxo Yoldi así como el libro de José María Irujo sobre los atentados. También buceé por el sumario que había instruido el juez Del Olmo. Y así fue como me olvidé de la tesis doctoral, de la universidad, y de querer volver a ser un juntaletras.

El 31 de octubre de 2007 salió la sentencia del juicio; formaba parte de la redacción de El País Digital, entonces separado (muy separado) de la edición papel. La víspera, mi jefe Bernardo Marín me dijo que tenía que hablar conmigo. Yo ya creía que la había cagado del todo. Cuando me dijo que quería que hiciera el minuto a minuto de la sentencia, me sentí inicialmente aliviado y luego acojando ante la magnitud de que se me escapara algo. Me tranquilizó bastante oir a Marín decirme que yo era el que más familiarizado estaba con el juicio, y que no me preocupara, que no iba a estar solo contra el peligro.

Ese 31 de octubre fue de las primeras veces que hablé largo y tendido con Txetxo Yoldi, el mejor cronista de tribunales junto a Julio Martínez Lázaro. Yoldi esa mañana me ayudó como el que más, y eso que andaba más que liado porque era la sentencia más importante de la historia de este país junto a la del 23-F.  Lo que sé de periodismo jurídico lo aprendí de él y de sus anécdotas.

Y hoy, 11 de marzo de 2013, solo me apetece escupir esto, porque hoy me apunto al paro. No estoy muy convencido de eso que llaman destino, pero mi guionista apunta maneras.