ONU, ¿qué ONU?
Moeh Atitar de la Fuente - Friday 9 de January de 2009
13 días. Es lo que ha tardado la llamada comunidad internacional en ponerse de acuerdo para pedir un alto el fuego. 13 días. 758 palestinos muertos después. EE UU ha impedido hasta ahora una resolución que pida a las dos partes parar de disparar. El resto de países — UE y los países árabes — han hecho de cara a la galería el show: viajar mucho, hacer muchas declaraciones, no siempre afortunadas, porque saben que, en el fondo va a dar igual. “Israel ha actuado, actúa y actuará sólo de acuerdo a sus consideraciones, las necesidades de seguridad de sus ciudadanos y su derecho a la propia defensa”, asegura Livni, la ministra de exteriores de Israel. Es decir: pasa del derecho internacional, de las resoluciones de la ONU y de la comunidad intarnacional. Lo mejor es que todos los actores han hecho ese show de cara a la galería, con sonrisas y besos en público a Livni.
Las relaciones con el “estado amigo de Israel” seguirán igual. Nadie dará el paso de llamar, al menos como pataleta, a consultas a los embajadores, y menos expulsar al embajador de turno, altavoz de las acciones terroristas del estado de Israel. En esto no hay ambages.
No tiene que haber ambages desde luego cuando el agresor, el matón, no respeta las mínimas leyes internacionales, respetar los códigos mínimos. El matón que decide destruir un convoy con ayuda humanitaria, decide bombardear una escuela de la ONU con refugiados dentro. Uno, que ya ha vivido muchas acciones de éste matón, ya sabe cual son las excusas — no en el sentido de perdón, que ellos nunca piden perdón ni se avergüenzan de su falta de humanidad –. Son las mismas: las escuelas de la ONU sirven de refugio para terroristas y los convoy son usados para trasportar sus armas.
Y la ONU — la real, la que actúa sobre el terreno, no la de los diplomáticos con pajaritas y corbata — ha decidido suspender sus actividades en Gaza. Ayudan, pero no son héroes. Que maten a uno de sus trabajadores es casi la mejor garantía de terminar con la ayuda. Israel parece saberlo, porque siempre que puede bombardea a la Cruz Roja o la ONU. ¿No se acuerdan como en 2006 bombardeó un refugio de la ONU en el sur del Líbano?
No tan al margen:
— ¿Obama dispuesto a hablar con Hamás? Ya dijo Obama — lo único que ha dicho sobre el tema– que el ya diría su opinión a partir del 20 de enero. Leo en The Guardian que Obama está dispuesto a entablar vías de contacto con Hamás, tal y como hizo EE UU con la OLP en la década de los 70, pese a que Israel no estaba por la labor. No les extrañe un declaración en breve diciendo que “EE UU no dialoga con terroristas”, y así se fuerza al nuevo presidente a seguir por la misma senda.
Hay muchas expectativas creadas alrededor del próximo presidente de Estados Unidos,son demasiadas y poco realistas.El estado de Israel está muy consentido y no creo(ojalá sea así) que la situación cambie de rumbo.El problema no es que no se consiga una tregua,el problema es que aunque se consiga,nadie puede asegurar que Israel no vaya a bombardear el país que considere neresario por “su seguridad”.
¿Cuántas personas quedan por morir en Gaza antes de que acabe el conflicto?
Xulio, dicen que Dennis Ross, cofundador de AIPAC, sionista furibundo y neocon sin tapujos, ha aceptado ser el máximo asesor de Hillary Clinton en asuntos de Oriente Medio. Un bloguero lo definía del siguiente modo: “Nombrar enviado especial a Irán a Dennis Ross, un radical antiíraní, es como nombrar a un pedófilo profesor de una guardería”.
Con estos elementos contamos para poner fin al exterminio.
Nadie quiere ser el primero en romper con Israel, y mientras los americanos sigan igual no habrá condena ni sanción, ni siquiera acción por lo que se ve. Bombardear una escuela, sea de la ONU o de quién sea, es el acto máximo de la barbarie; incluso si se está adoctrinando a terroristas, de momento son sólo niños, como se ve en las escalofriantes imágenes que nos llegan. Sigamos inculcando odio a esos niños y tendremos más terroristas con los que justificar la complejidad del conflicto, es decir, nuestra pasividad
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