Guerra y Paz

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Moeh Atitar de la Fuente

Periodista, fotógrafo y blogger. Más sobre el autor.

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Carnicería en Gaza

Moeh Atitar de la Fuente - Sunday 28 de December de 2008

Hay un principio fundamental en el derecho internacional, en las leyes de guerra: una respuesta a una agresión debe de ser proporcionada. Es algo parecido al diente por diente, ojo por ojo. Pero invocar al derecho internacional, incluso a las propias leyes del Talión, es casi sarcástico cuando hablamos de Israel. En Gaza ya van más de 270 muertos, muchos de ellos niños, en la operación militar israelí que empezó ayer y a estas horas aún sigue. Se trata de la mayor carnicería protagonizada por Israel — y ha protagonizado unas cuantas — en los últimos 60 años.

Hemos visto ya muchos de estos crímenes. Crímenes porque se atacan zonas residenciales de forma indiscriminada. La respuesta del atacante es sencilla y redundante: usan civiles, niños, para proteger a los combatientes de Hamás, o de cualquier grupo de la resistencia palestina. La primera vez esta justificación puede colar; la segunda, también. Pero cuando siempre acudes a lo mismo, empiezas a tener un problema de credibilidad. Por cierto, un dato importante que destaca el editorial de The Guardian: Gaza, con 1,5 millones de habitantes y 365 kilómetros cuadrados, es uno de los territorios del mundo con mayor densidad de población del mundo. Un ataque aéreo en una zona tan poblada solo puede dar como resultado una masacre.

Fotografía de Getty, tomada de The Independent.

Pero la retórica en estos casos es redundante hasta la saciedad. El éstandar de las reacciones suele responder a ésta fórmula: “Pedimos contención a las dos partes y llamamos a un alto el fuego inmediato”. Lo dicen líderes mundiales de la talla de Sarkozy, Solana, Brown, etc. Cinismo puro al colocar en la misma altura a quien se ha liquidado de un plumazo a más de 200 personas, y a Hamas, que rompió la tregua y no para de aterrorizar lanzando cohetes de fábricación casera también sobre la población civil, y que ni de lejos llega a causar las mismas víctimas. Recuerden: en la guerra, proporcionalidad.

Y todos los cínicos se reúnen entorno a la mesa del Consejo de Seguridad:

“Los miembros del Consejo han solicitado a todas las partes que detengan inmediatamente todas las actividades militares”, ha declarado el embajador croata, Neven Jurica, actual presidente del Consejo. La declaración, acordada tras cuatro horas de negocición a puerta cerrada, ha solicitado a todos los implicados que aborden “las urgentes necesidades humanitarias y económicas en Gaza”. De igual modo, los miembros del Consejo “hicieron hincapié en la necesidad de restaurar la calma completamente” para despejar el camino de cara a una solución política israelo-palestina.

Conclusión: los dos son iguales, y hay que mandar un poco de alimentos para que no desfallezcan por el hambre y esperen a morirse por las bombas.

Cómo es tradicional, EE UU se escapa de esta última fórmula cínica y equilibrada redactada en los despachos de los ministerios de Asuntos Exteriores y cinismo sin frontera. Rice ayer fue clara, meridiana: la culpa es de Hamás por romper la tregua. Los muertos palestinos ni mencionarlos:

“Los EE UU condenan enérgicamente los repetidos ataques de morteros y cohetes contra Israel y pone la responsabilidad en Hamas por romper el alto el fuego y por renovar la violencia en Gaza. El alto el fuego debe de ser restablecido inmediatamente. Los EE UU llaman a todos los implicados para llevar la urgente ayuda humanitaria al inocente pueblo de Gaza”

¿Y toda esta masacre de Israel a que viene? Viene a que Israel tiene en su interior una de las mayores crisis políticas de su historia. Livni — ministra de Asuntos Exteriores y aspirante a presidir el próximo ejecutivo — viene insistiendo en esta idea: “Israel debe derribar a Hamás, y un Gobierno bajo mi dirección lo hará”.

La única razón de ser de Israel ha pasado, pasa y pasará, por el argumento de que todos sus vecinos quieren acabar con su existencia. Sus vecinos — que son de una inteligencia supina — se encargan de alimentar esta razón. Ya saldrá alguno — si no lo ha hecho ya — a decir que hay que acabar con Israel. Y entonces el círculo se empieza a cerrar: tienen una justificación más y dirán que en el fondo esos 270 muertos — y todos los anteriores — querían su destrucción. Tal vez así puedan salir de su crisis política interna, a costa de sus enemigos.