Una de cine: Che, el argentino
Saturday, September 6th, 2008
“Es imposible hacer una película sobre el Che pero nosotros lo intentamos”, dijo apenas hace unos días Benicio del Toro en una entrevista con motivo de la presentación de Ché, el argentino en España. Sí, lo han intentado.
Che, el argentino, es una película centrada en el personaje histórico convertido en símbolo de muchas causas, excusas y culpas. Un personaje complejo, interpretado por un Benecio del Toro correcto y metido en el personaje, pero sin tirar cohetes.
Todo el mundo espera a un personaje que cuestiona a Fidel Castro, pero encontramos a un dócil Ernesto Guevara que solo cumple órdenes y hace cumplir las órdenes. Se espera también ver contra quien es la revolución, pero la dictadura de Batista no aparece retratada y el acento se carga contra un difuso imperialismo estadounidense, tomando como base los discursos del Ché en la ONU unos años más tarde de los combates en Sierra Maestra, donde transcurre gran parte de la trama.
Si irrita al régimen cubano es por ganas de irritarse: la película no entra en ninguna polémica. El retrato que hace de Fidel Castro es fidedigno, reconocible, pero sin profundizar: Fidel habla con sus gestos, abruma con los datos y todos escuchan. El esbozo del personaje es ideal, pero no deja de ser un esbozo. Quizá sean los que vivieron de cerca esta esta los que deben decir si los personajes son tan fidedignos.
Es una película sosa, (insistimos) sin conflicto, dejando de lado incluso el aspecto humano — solo una mención a la mujer e hijos del Ché en toda la película –, las dudas, y con toda esta receta uno espera que se opte por el mito. Pero huye tanto del mito, como de la humanización, y se queda practicamente nada.
Después de dos horas de película — que llega a hacerse larga porque (insistimos) no tiene trama, y es solo una sucesión de misiones que Fidel le encarga a Ernesto hasta que de repente triunfa la revolución — la historia se suspende en la carretera que lleva la Che hasta la Habana, el 2 de enero de 1959. Le queda a Soderbergh una segunda oportunidad para enmendar la plana.