Descubro en el blog Del Alfiler al Elefante, la transcripción de la conferencia En Interés de España: una política exterior comprometida (pdf) que el presidente del Gobierno dio el pasado lunes en el museo del Prado. Son las líneas maestras de su política exterior, marcada por el buenismo que le caracteriza y que no viene mal del todo en un mundo patas arriba.
En una crónica de radio sobre el acto, chirriaron en mis oídos unas palabras sobre la pena de muerte. Hoy las pego aquí:
El Gobierno español ya ha dado pasos ante la Comunidad internacional para crear una Comisión Internacional que vele por la
abolición universal de la pena de muerte, a partir de dos medidas concretas:
En primer lugar, mediante la aplicación de una moratoria efectiva a partir de 2015 en la aplicación de ejecuciones.
En segundo lugar, para acordar, concluyente y definitivamente, que en ningún país del mundo se aplique la pena de muerte a menores de edad o a personas que hayan cometido delitos cuando eran menores de edad, y extender esta prohibición en favor de los discapacitados mentales.
No creo que se vaya a conseguir la abolición de la pena de muerte en todos los rincones del mundo, pero creo que hay que comprometerse en la radical lucha por conseguirlo Por eso, este brindis al sol, me parece que está hecho con gafas para evitar que el deslumbramiento: primero por exigir una moratoria para dentro de siete años. El año pasado fueron ejecutadas en el mundo algo más de 1.200 personas. Multiplicando por siete, esa cifra se eleva a 8.400. Segundo, porque no es una exigencia radical, porque no pide la prohibición para todos los seres humanos, sino para menores y discapacitados.
Vaya, un chin, chin, no muy alto…