I AM A MAN. Febrero de 1968. Dos empleados negros de los servicios de recogida de basura de Memphis fallecen triturados en camión de basura donde se había refugiado de la lluvia. Su muerte inicia una huelga que se fue convirtiendo en símbolo de la lucha por los derechos civiles en EE UU. 40 años más tarde, Miami Herald recoge testimonios, fotografías, vídeos de los acontecimientos, con un despliegue de medios envidiable.
Los luchadores del callejón. Un reportaje de James Glanz en NYT sobre la ofensiva iraquí en Basora. “No podemos hacer frente a un carro de combate estadounidense cara a cara, porque solo tenemos armas ligeras (…) Sólo esperamos nuestra oportunidad para atacar algo”, dice un miliciano de Al Sadr. Da la clave, además, del éxito del clérigo chií: “Nadie ha acusado nunca al señor Sadr de ser brillante, carismático, o incluso ser un portento intelectual. Pero tiene algo que pocos líderes [iraquíes] tienen: nunca abandona, aún en los peores años de Saddam Hussein”.
Zona FARC. En el interior de la zona controlada por la guerrilla colombiana.
Una espía española en la KGB. “África de las Heras, una española guapa y liberal, fue la espía española más activa al servicio de Moscú durante cerca de medio siglo”. Más en EPS.
Fin de semana en Lisboa. Unas fotos del Oyente en su Flickr.
Sospechosos de asesinatos cuidando a ancianos. Reportaje de THE TIMES sobre inmigrantes ilegales que cuidan a personas mayores o niños, una realidad también propia de España. ¿Cuál es el gancho? Que algunos (solo algunos) son sospechosos de asesinatos.
Una embajadora con antorcha. La antorcha olímpica, ella china y si acepta correrá por Londres. En las aceras habrá alguno que le animará con un “free Tibet” y esas cosas.
La Columna de… Javier Marías: Conservar o destruir: “Recuerdo haber discutido más de una vez con mi padre sobre la conveniencia o inconveniencia de publicar las cartas de los escritores, una vez muertos. Él era enemigo declarado de esta práctica.” Reflexión: El problema de publicar la correspondencia privada de uno existirá mientra haya alguien que se dedique a cambiar impresiones con otro, con la palabra escrita como medio. Ahora bien, dentro de ya poco no serán cartas, sino correos electrónicos, y por tanto no será tan fácil: antes las cartas las guardabas en una caja de zapatos, el último cajón de una vieja cómoda o en libros de poesía si era la misiva del amado o la amada. Hoy, como mucho, las guardas en tu buzón virtual del cibercorreo. El día que te mueras, nadie encontrará esas cartas en el cajón de la cómoda para que sean publicadas, y como no hayas revelado en tu testamento tu clave del correo, esa historia íntima y particular se perderá. Quizá sea mejor…