‘Cartas desde Bagdad’, por Gervasio Sánchez
Moeh Atitar de la Fuente - Saturday 15 de March de 2008
El periodista español Gervasio Sánchez estrena sección en el Heraldo de Aragón, Cartas desde Bagdad, donde contará en los próximos días lo que ve desde la capital de Irak:
08,30 horas (hora iraquí). La seducción por la guerra planea en cada calle de Bagdad. Los hombres armados hacen ostentación de toda la parafernalia bélica ante los ocupantes cautelosos de coches candidatos al desguace. Cuando más jóvenes son más engreídos se muestran. Algunos de ellos eran imberbes cuando comenzó la invasión en 2003 o estaban en la cuna cuando sus padres sufrían las consecuencias de la larga guerra entre Irán e Iraq. Hoy son los dueños de las calles y creen que la chulería y la prepotencia son sinónimos de seguridad. Se les perdonaría si supieran hacer bien su trabajo. Pero los coches bombas siguen explotando de manera regular casi siempre por la falta de rigor, el verdadero sinónimo de seguridad, en los controles.
La seducción por la muerte se ha instalado en la sociedad iraquí después de tres décadas de violencia. Una gran parte de la población no sabe lo que es un país sin guerras o sin sus penurias. Es difícil toparse con un iraquí al que no se le haya cruzado la muerte. Puede tener un familiar muerto en la guerra contra los iraníes de los ochenta. O ser pariente cercano de un desaparecido por designio de los salvajes guardianes de la seguridad impuesta por el ya olvidado Sadam Husein. Puede que la muerte le alcanzase en forma de un misil teledirigido desde un barco estadounidense en la guerra de 1991 o se le apareciese como enfermedad provocada por el desabastecimiento provocado durante el embargo de los noventa. O finalmente acabase postrado ante ella en la invasión del 2003 o en la carnicería que se ha producido en las diferentes fases del último quinquenio, incluida una atroz guerra sectaria. Aquí ya se habla de muertos con la facilidad que da la costumbre.
[…] un “protoblog”, en el que relata cómo se vive allí en “Cartas desde Bagdad. No sé de más periodistas españoles que puedan andar libres por esa ciudad sin tener que ir empotrados con […]
A cualquier hora, en cualquier lugar, incluso desde su casa. Conectado [tengo constancia] a su móvil la noche en que colgaron a Saddam Hussein.