Los pífanos del siglo XXI
Saturday, February 10th, 2007
El Pífano fue exibido en el Salón de París en 1860; otro genio, como un joven Zola, fascinado por el cuadro, lo defendió en un artículo periodístico.
Concebimos – y bien está hecho por nuestra parte – que la infancia debe de ser ajena a la guerra. Sin embargo, son las victimas más vulnerables de los conflictos armados. En muchos lugares, la infancia, además de ser víctimas se convierten en actores de esas guerras, y combaten en los ejércitos regulares e irregulares de distintos bandos: son los niños de la guerra.
En esta semana que dejamos atrás se han reunido en Paris 60 representantes de distintos países, comprometiéndose a poner no usar a los soldados niños en la guerra. Un avance reciente ha sido el juicio del Tribunal Penal Internacional contra el líder de la milicia Unión de Congoleses Patriotas, acusado de reclutar a niños soldados.
Herfried Münkler, quizá una de las mayores autoridades sobre conflictos armados actuales, escribe en su libro Viejas y nuevas guerras:
El hecho de que los niños, muchos de los cuales tienen menos de catorce años, pueden ser empleados en combates, tiene que ver con el desarrollo técnico de las armas de fuego ligeras que cada vez pesan menos, al tiempo que aumenta claramente su frecuencia de disparos; algunas tienen el aspecto de haber sido fabricadas más para niños que para adultos. Por tanto, es posible utilizar como combatientes a niños sin una formación militar ni entrenamientos prolongados. Su conciencia del riesgo, comparativamente poco desarrollado, y su relativa falta de exigencias, los convierten a la vez en el más eficaz instrumento del uso de la violencia. Los jemeres rojos de Camboya se sirvieron de estos niños no menos que los distintos grupos de combatientes afganos y las bandas de casi todas los señores de la guerra del África negra. Para los adolescentes, la posesión de un arma es a menudo la única posibilidad de conseguir comida y ropa, o apoderarse por la vía más sencilla de los ansiados bienes de consumo y los símbolos de condición social.
Los pífanos del siglo XXI no están para tocar la flauta, sino para disparar un arma ligera adapatada a su peso y medida, fabricadas y diseñadas lejos de esos campos de batalla.