Especial Mundial: La Guerra del Fútbol
Sunday, June 11th, 2006
El fútbol se puede asemejar a una guerra con dos ejércitos en un territorio predeterminado. La batalla se concentra solo en ese territorio. Veintidós hombres frente a frente, que cumplen unas reglas.
La primera vez que oí hablar de la Guerra del Fútbol fue en boca de David Ugarte. Me vino enseguida a la cabeza el título de un libro de Kapuscinski que no había leído: La Guerra del fútbol.
La Guerra del Fútbol empezó en un partido de fútbol de la fase clasificatoria para el Mundial de México 70 entre Honduras y El Salvador. El primer encuentro tuvo lugar el domingo 8 de junio de 1969 en Tegucigalpa, capital hondureña. Cuenta Kapunscinski que los jugadores salvadoreños no pudieron dormir en su hotel de concentración: seguidores hondureños se concentraron a las puertas del hotel, silbando, profiriendo insultos y cánticos, golpeando cacerolas, tirando piedras contra los cristales etc. Como dice el periodista polaco, una guerra psicológica en toda regla.
Al día siguiente, el equipo local ganó por un gol en el último minuto. En la capital de El Salvador, Amelia Bolaños, una joven de 18 años que estaba viendo el partido, cogió una pistola y se suicidó pegándose un tiro certero en el corazón. “Una joven no pudo soportar la humillación a la que fue sometida su patria”, titulaba el periódico salvadoreño. La televisión salvadoreña retransmitió en directo el funeral de la joven.
Una semana más tarde, se celebraba el partido de vuelta. Los hinchas salvadoreños se tomaron la venganza por su cuenta, asaltando el hotel de concentración lanzando en su interior huevos podridos, ratas muertas y demás. Los jugadores hondureños tuvieron que ser llevados por el ejército en carros blindados al estadio. Allí la bandera salvadoreña fue quemada para algarabía de los hinchas locales. Honduras perdió el partido por 3-0. Dos de sus hinchas fallecieron en manos de hinchas salvadoreños.La tensión entre los dos países se fue caldeando.
A ello invitaba las tensiones sociales interiores, con la inoperancia de dos gobiernos corruptos; en esas situaciones, lo mejor es acudir al enemigo externo. El Salvador era (y es) un país pequeño, con una gran densidad de población; Honduras, más grande y con la mitad de población, había recibido una emigración ilegal pero tolerada del Salvador. Cuando Honduras decidió repartir las tierras donde vivían, la tensión entre los dos países se agudizó. El fútbol solo fue el catalizador.
El 14 de julio, el ejército salvadoreño bombardeaba la capital Tegucigalpa e iniciaba una invasión por tierra. Las selvas hondureñas se llenaron de soldados de las dos países. Las 100 horas de batalla, arrojaron entre 1000 y 2000 muertos.
Cierro con la reflexión que hac Kapuscinski en su reportaje: “los pequeños países del Tercer Mundo tienen la posibilidad de despertar un vivo interés solo cuando se deciden a derramar sangre. Es una triste realidad, pero así es.”