Guerra y Paz

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Moeh Atitar de la Fuente

Periodista, fotógrafo y blogger. Más sobre el autor.

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Archive for the ‘Lecturas’ Categora

‘Vida y destino’, el libro del año

Saturday, December 29th, 2007

Babelia publica hoy la lista de los diez libros del año, que “pretende ser una buena fotografía de una buena cosecha de libros“realizada por treinta críticos consultados por la publicación. Los diez primeros han sido seleccionados de una amplia lista (en pdf) de los libros editados en España durante este año.

En primer lugar está una exquisitez literaria: Vida y Destino, de Vasili Grossman, un escritor ruso, que está en la estela de los dos grandes novelistas rusos, Tolstoi y Dostoyevski, aunque muchos lo comparan más bien al primero, y compara Vida y destino con Guerra y Paz.

Esta comparación es a todas luces subjetiva, si bien es cierto que las dos obras comparten estructuras narrativas muy similares, como el mapa de personajes que circulan por sus páginas, y la concentración en un determinado personaje en cada momento. Pero Guerra y Paz pertenece a lo moderno del siglo XIX – innova pero no renuncia al folletín – y Vida y destino es plenamente del siglo XX, con una realismo encarnizado dentro de las tragedias que sacudieron al mundo entorno a la Segunda Guerra Mundial, desde el Holocaustro y los campos de concentración – es aterradora la descripción que hace de una gueto judío en Ucrania – , el totalitarismo nazi y soviético – la descripción del modo de vida burocratizado dentro de la URSS es gris, dramática y muchas veces angustiosa – y sobre todo la ruindad humana desencadenante de todas las tragedias.

Vasili Grossman 1945

Vida y Destino refleja sobre todo las vivencias del propio autor como corresponsal de guerra para los medios soviéticos ( Un escritor en guerra, recoge sus vivencias editadas por Antony Beevor) del que sin duda sacó vivencias para este novelón, donde refleja lo que el mismo llamó “la verdad despiadada de la guerra”.

La intrahistoria de una novela refleja muchas veces el peso que hay que darle: Grossman murió sin saber que su obra iba a ser publicada. Los dos manuscritos que tenía se los entregó a la KGB (o se la hicieron entregar), después de que su publicación en la URSS fuera prohibida, y eso que espero hasta la muerte de Stalin para intentar publicarla. Con la negativa del Partido Comunista, Grossman se resignó a no ver su novela publicada. Una tercera copia, rescatada con la ayuda de Andrei Sakharov, logró salir microfilmada de la URSS, y se pudo editar por primera vez en Suiza.

Rusia tendría que esperar hasta la llegada de Gorbachov para poder leer esta novela, que sin duda narra uno de los momentos más duros de su historia. Y en España, se publica ahora.
Lo bueno que tiene esta novela es que nos da una visión rusa de la Segunda Guerra Mundial, una guerra que ganaron, pero que la victoria no llegó a la población.

Es difícil seleccionar un fragmento de las más de cien páginas que compone la novela – edita en España por Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores y traducida por Marta-Ingrid Rebón -, pero este fragmento merece ser resaltado. Es una de las mejores descripciones de la guerra, de la batalla que uno puede encontrarse:

La percepción del resultado global de un combate que experimenta un soldado aislado de los otros por el humo, el fuego, el aturdimiento, a menudo resulta más justa que los juicios formulados por los oficiales del Estado Mayor mientras estudian un mapa.

  En el momento decisivo de la batalla se produce un cambio asombroso cuando el soldado que toma la ofensiva y cree que está próximo a lograr el objetivo mas alrededor, confuso, sin ver a los compañeros con los que había iniciado la acción, mientras el enemigo, que todo el tiempo le había parecido singular, débil y estúpido, de repente se convierte en plural y, por ello, invencible. En ese momento decisivo de la batalla – claro para aquellos que lo viven; misterioso y inexplicable para los que tratan de adivinado y comprenderlo desde fuera – se produce un cambio de percepción: el intrépido e inteligente «nosotros» se transforma en un tímido y frágil «yo», mientras el desventurado adversario, que se percibía como una única presa de caza, se convierte en compacto, temible y amenazador «ellos».

  Mientras rompe la resistencia del enemigo, el soldado, que avanza, percibe todo por separado: la explosión de una granada; las ráfagas de ametralladora; el soldado enemigo allí, tirando a resguardo, que ahora se echa a correr, no puedo hacer otra cosa que correr porque está solo, aislado de su cañón, a su vez aislado… de su ametralladora, igualmente aislada, del tirador vecino, igualmente aislado…mientras que yo, yo soy «nosotros» , yo soy toda la enorme infantería que marcha al ataque, soy yo esta artillería que me cubre, yo soy estos tanques que me apoyan, que soy esta bengala que ilumina nuestro combate común. Pero he aquí que, de repente, yo me quedo solo, y todo aquello que me parecía débil y aislado se funde en un todo terrible de disparos enemigos de fusiles, de ametralladoras, de artillería, y la fuerza que me había ayudado a vencer aquella unidad se desvanece. Mi salvación está en la huida, consiste en esconder la cabeza, poner a cubierto el pecho, la frente, la mandíbula.

  Y en la oscuridad de aquellos que se han enfrentado a un ataque repentino y que, al rpincipio, se sentían débiles y aislados comienzan a desmantelar la unidad del enemigo que se ha abatido contra ellos, comienzan a sentir su propia unidad, donde se encierra la fuerza de la victoria.

  En la comprensión de esta transición es donde reside lo que a menudo permite hablar de la guerra como un arte.

  En esa sensación de unidad y pluralidad, en la alternancia que va de la conciencia de la noción de unidad a la de pluralidad se encuentra no solo en la relación entre los acontecimientos durante los ataques nocturnos de las compañías y de los batallones, sino también el signo de la batalla que libran los ejércitos y pueblos enteros.

  Hay una sensación que los participantes en un combate pierden casi por completo: la sensación del tiempo. La chica que baila hasta la madrugada en una fiesta de fin de año no puede decir cual ha sido su sensación del tiempo, si ha larga o, por el contrario, corta.

De la misma manera, un recluso que haya pasado veinticinco años en cautividad en la prisión de Schlisselburg dirá: «Tengo la impresión de haber pasado una eternidad en esta fortaleza, pero al mismo tiempo me parece que sólo llevo en ella unas pocas semanas».

  La noche del baile estará llena de acontecimientos efímeros: miradas, fragmentos de música, sonrisas, roces, y cada uno de ellos pasará tan rápido que no dejará en la mente de la chica la sensación de duración en el tiempo. Sin embargo, la suma de estos breves acontecimientos engendra la sensación de un largo intervalo de tiempo que parece abarcar toda la felicidad de la vida humana.

   Al prisionero de Schlisselburg le ocurre al contrario: sus veinticinco años de cautiverio están formados de intervalos de tiempo separados, penosos y largos, desde el toque de diana hasta la retreta, desde el desayuno a la cena. Pero la suma de esos hechos pobres logran generar una nueva sensación: en aquella lúgubre uniformidad del paso de los meses y los años el tiempo se encoge, se contrae… Así nace una proximidad de percepción entre los concurrentes años. En ambos casos, la suma de acontecimientos engendra el sentimiento simultáneo de duración y brevedad.

  Más complejo es el proceso de deformación del tiempo referente a la percepción de la brevedad del mismo y su duración que se da en el hombre que vive un combate. Allí las cosas van más lejos, allí son incluso las primeras sensaciones individuales las que se ven deformadas, alteradas. Durante el combate los segundos se dilatan, pero las horas se aplastan. La sensación de larga duración se relaciona con acontecimientos fulminantes: el silbido de los proyectiles y las bombas aéreas, las llamaradas de los disparos y las explosiones.

  La sensación de brevedad se correlaciona con acontecimientos prolongados: cruzar un campo arado bajo el fuego arado bajo el fuego, arrastrarse de una guarida a otra. En cuanto al combate cuerpo a cuerpo, éste tiene lugar fuera del tiempo. Aquí la indeterminación se manifiesta tanto en los diferentes como en el resultado, la deformación afecta tanto a la suma como a los sumandos.

  Y de sumandos hay una cantidad infinita.

  La sensación de duración de la batalla está en conjunto tan profundamente deformada que se manifiesta con una total indeterminación, desconectada tanto de la duración como de la brevedad.

  En el caos donde se confunde la luz cegadora y la oscuridad ciega, el estruendo de las explosiones, el crepitar de las metralletas; en el caos que hace añicos la percepción del tiempo Krimov tuvo una intuición de una nitidez asombrosa: los alemanes habían sido arrollados, los alemanes estaban vencidos. Lo comprendió él, lo comprendieron los secretarios y los agentes de enlace que disparaban junto a él, por una sutil percepción interna.

 

Quien no la haya leído tendrá la suerte de descubrir por primera vez esta delicia de novela. Por si este post no os ha convencido, os recomiendo esta introducción publicada por New York Review Books (en pdf).

Jonathan Littell: Entrevista a un escritor que no quiere ser entrevistado

Saturday, October 27th, 2007

De entrada, la portada de Babelia de esta semana parece un anuncio de Ralph Lauren, o de una gafas Ray Ban. Pero al leer la entrevista a Jonathan Littell, uno comprende que es esa la imagen que quiere trasmitir un escritor que quiere ser maldito, un escritor más chulo que un ocho y, que, con todo el derecho del mundo, no quiere conceder entrevistas pero las concede. Alguien que es más chulo que un ocho, que gana el Goncourt – el premio literario francés por excelencia – y no lo va a recoger.

P. ¿En qué anda metido ahora?
R. Pues en nada. Apenas tengo tiempo para concentrarme en cosas serias con todo esto.

P. Pero, ¿escribe?
R. No.

P. ¿No quiere escribir otra novela?
R. Ya veremos. Me paso la vida en cosas que me vienen de este maldito libro, estoy harto.

P. ¿Maldito libro? ¿Ya lo odia?
R. No, haberlo escrito, no. Pero todo esto. Repetir esta entrevista 30 o 40 veces…

P. No da muchas.
R. Demasiadas para las que yo concedería. No le veo sentido a no ser que surjan cosas nuevas. Hay que hacerlo, es parte de su trabajo también, deben vender periódicos, es puro comercialismo, no tiene nada que ver con otra cosa. He hecho algunas entrevistas interesantes en las que han surgido algunos elementos nuevos y entonces valen.

P. ¿En ésta ha dicho algo nuevo?
R. No.

P. Pues añádalo.
R. No tengo más que añadir.

Este es el final de una entrevista a un escritor que no quiere ser entrevistado, pero pese a todo algo contesta.

La Nobel de literatura

Thursday, October 11th, 2007

No he leído a Lessing, una autora más que engrosará la enorme lista de libros que quedan por leer. Me ha gustado cómo se ha enterado (o por lo menos cómo lo ha fingido): el periodista de Reuters le da la noticia a las puertas de su casa, mientras baja de un taxi, de vuelta de hacer la compra:

Video de Reuters.

Llueve sobre Gaza, de Hernán Zin

Thursday, May 24th, 2007

Después de que un comando de los Comités Populares de la Resistencia matará a dos soldados israelíes y secuestrara al cabo Gilad Salid el 25 de junio de 2006, el Gobierno de Ehud Olmert lanzó la operación Lluvia de Verano, que consistió en aislar y asediar Gaza en el sentido literal de la palabra (no permitir la entrada de alimentos, la salida de los enfermos para recibir tratamientos, bombardear una central eléctrica, todo acompañado de incursiones del ejército etc).

Lluvia sobre Gaza (Hernán Zin) en la Casa del Libro, compartiendo estantería con Fisk

Hernán Zin, periodista que “recorre el mundo intentando dar voz a los colectivos postergados”, tal y cómo podemos leer en su blog Viaje a la guerra, estuvo allí y decidió escribir un libro sobre su experiencia: Llueve sobre Gaza.

Aunque había leído con especial atención las crónicas periodísticas, no estaba preparado para ver lo que descubrí en Gaza. El contraste con Israel resultaba abismal. Cruzar Erez, el puesto fronterizo que comunica ambos territorios suponía pasar de la prosperidad y el lujo de Occidente a uno de los lugares más miserables que he visto en mi vida.

La operación Lluvía de Verano quedó ensombrecida en los medios por el inicio de la guerra entre Israel y Hezbolá con el Líbano como escenario; sin lo medios, las guerras no existen para aquellos que no la viven de forma directa, y la actitud de Zin es todo un ejemplo de lo que ha de hacer un periodista:

Esto aumentó mi deseo de dejar constancia, hasta en los más mínimos detalles, de lo que estaba ocurriendo.

Hernán parte, además, de una visión que comparto plenamente:

Estoy convencido de que los ciudadanos del siglo XXI debemos anteponer el respeto por los Derechos Humanos, la democracia, la libertad y la justicia social, a toda religión o bandera. Y he actuado en consecuencia. Con respecto al fondo de esta cuestión, hago mía una frase del escritor peruano Mario Vargas Llosa que he adoptado como máxima: «No acepto el chantaje a los que recurren muchos fanáticos de llamar “antisemita” a quien denuncia los abusos y crímenes que comete el Gobierno de Israel».

Solo he podido adentrarme en el primer capítulo del libro — Una abuela y su nieto — y el dolor que emana es, sobre todo, humano.

Pero el libro no solo se compone de las crónicas de Zin, sino que recoge también testimonios de Israelíes que “se oponen con valentía y coraje a la política de su gobierno como Meir Margelit, Amira Hass, Gideon Levy, Yehuda Shawl”.

El mundo iría mejor si todos recordásemos que el que tenemos delante es tan humano como nosotros y si lo que hacemos al otro lo desearíamos para nosotros. Los escritos de Hernán Zin reflejan esta máxima.