Dice el axioma: en un debate no se ganan unas elecciones, pero si se pueden perder. Y falta de casi un mes para las elecciones es difícil decir quien ha desaprovechado el segundo debate.
Queda claro — más que en el primero — que quién ganó el debate fue Obama. Un 54 % dan por ganador a Obama, frente a un 30% que levanta la mano a McCain en una encuesta de la CNN. El veterano de la guerra del Vietnam iba al debate a sembrar dudas sobre Obama. Es demasiado pronto para ver si esas dudas han podido calar en sus potenciales votantes, que ahora mismo pueden estar declarando su voto a Obama por simple vergüenza.
McCain acusó así a Obama de ser uno de los mayores receptores de fondos de la hoy quebrada Fannie Mae. La ABC — en un reportaje clásico para el postdebate, pero que pocos medios practican — publica un interesante artículo sobre las verdades y mentiras. Es quizá el mejor artículo para resumir que fue el debate. La mayoría son ataques de McCain a Obama, como por ejemplo que Obama recibió unos 160.000 dólares del hoy quebrado banco hipotecario.Pero los golpes de McCain no parecen haber dejado KO a Obama.
Más allá de los puñetazos de McCain en un formato que les permitía jugar con la cercanía — Obama acertó en estarse sentado cuando hablaba su rival, mientras que McCain no paró de moverse y de entrar y salir de plano –, la principal disputa fue económica. Los dos candidatos reiteraron su intención de recortar impuestos, aunque con distinto acento: Obama quiere recortar los impuestos para la clase media, mientra la política fiscal de McCain está encaminada al empresario. “El secreto del senador Obama es que va a subir impuestos”, es la duda que dejó sembrada McCain.
En un formato donde también preguntaban los ciudadanos, las cuestiones más incisivas las planteó Tom Brokaw, ya un veterano de las pantallas. “¿Cuál será su prioridad, la sanidad, energías o reformas sociales?” McCain respondió que como americanos se podían hacer varias cosas a la vez; Obama se mostró más pragmático: “como en los presupuestos de los hogares, debemos de tener prioridades, y mi prioridad es la energía”. Y allí Obama tiró de Kennedy recordando como dijo que EE UU pondría a un hombre en la luna, ya aunó a todo el país en ese objetivo, y él iba a buscar ese sentimiento para que hacer de EE UU un país independiente energéticamente. La política energética de McCain se redujo a repetir que “la energía nuclear es segura y crea muchos empleos”.
Por último es curioso que quien mentase al enemigo público número 1 de EE UU fuera Obama. McCain acusó a Obama de querer invadir Pakistán — una política, en todo caso, más acorde a los neocon con los que comparte partido –, a lo que el senador por Illinois contestó: “Si tenemos a Osama Bin Laden localizado y el gobierno pakistaní es incapaz o no quiere capturarle, entonces creo que debremos actuar y tendremos que capturarle (…) Mataremos a Bin Laden (…) Destruiremos a Al Qaeda, esta debe de ser nuestra gran prioridad en seguridad nacional”. En esto Obama no quiere dejar lugar a dudas por dos razones: la primera por acusaciones de ser amigo de los terroristas; la segundo por si el saudí irrumpe en campaña con un vídeo, tal y como hizo en los últimos días del duelo Bush-Kerry.
Cerrado el segundo de tres debates, podemos decir que hasta el momento estos no han hecho variar nada. La economía tira demasiado del discurso de la campaña, y es difícil que McCain logré recuperar terreno recurriendo a los valores conservadores (en contra del matrimonio homosexual, el aborto,…), estrategia que le dio la victoria a Bush en 2004. Al veterano del Vietnam solo le quedará embadurnar la campaña y / o esperar algo que se salga de su control para que la economía — que todo lo ocupa — deje de ser lo importante.