La edición gráfica de un atentado es siempre complicada: o no hay fotos o las que hay generan muchas dudas por su brutalidad. En el caso del atentado de ayer la ingente cantidad de imágenes estaba garantizada por la morfología de las explosiones: quien o quienes montaran semejante barbarie buscaban el mayor impacto mediático, colocando unas bombas en la meta de uno de los maratones más populares, con gran presencia de cámaras. Ayer no solo se contó con las fotos de meros testigos que pasaban por allí, sino las captadas por profesionales de la información.
Una de las primeras respuestas de los digitales ante un hecho como este es abrir una fotogalería y empezar a escupir fotos. Suele caerse enseguida en la redundancia, porque como no hay límite, mejor tener muchas fotos y ganar audiencia. Es así: la gente quiere ver y el medio quiere ganar visitas. Todo el mundo gana.
Me sorprendió que Focus, la sección de galerías de The Atlantic (copiada y realizada por el creador de The Big Picture), abriera enseguida esta fotogalería. Digo que me sorprendió porque no solían trabajar con la premura de la última hora. Y entonces, en esa selección apareció esta foto que reproduzco tal y cómo la publicaron.
La foto la firma Charles Krupa, de la agencia AP. Me pareció raro que una agencia estadounidense emitiera a sus abonados una imagen como esta. Los medios americanos se someten como ninguno a la autocensura, sobre todo después de los atentados del 11-S. El fotógrafo hizo su trabajo de manera excepcional, pero también la propia agencia AP: emitir el trabajo de un fotógrafo tal cual y servirla a sus abonados. La pelota final tiene que estar siempre en los medios, que tienen que decidir si se publica o no una imagen.
Además de esta primera versión de la imagen, la agencia AP emitió una segunda versión de la misma, recortada, con la marca de Aptopix, una seña que sirve a los editores para distinguir las fotos de los fotones:
El nuevo recorte evitaba tanta carnaza. La imagen generó enseguida un amplio debate entre mis seguidores de Twitter. Obviando aquellos que me llamaran escabroso por enlazar a esta fotografía, ya que me interesa el debate más que la foto en si, todos los que comentaron les resultó evidentemente desagradable.
La misma escena también fue captada por el fotógrafo Kelvin Ma y servida por la agencia Bloomberg. El País publicó esta imagen en Eskup, que reproduzco en este pantallazo:
Desde
El País enseguida rectificaron y retiraron la foto. Internet nos da la posibilidad de equivocarnos demasiado rápido, pero también nos da la posibilidad de rectificar enseguida. Y así lo hizo
El País.
Pero volvamos a la foto publicada por The Atlantic. En la fotogalería se avisaba al lector de que la imagen podía herir su sensibilidad. También rectificaron al cabo del tiempo, con esta versión:
El editor decidió que lo que molestaba de la foto no eran las piernas destrozadas del tipo, sino que se le pudiera identificar. De hecho entre los comentarios a esta foto en Twitter, había alguno que señalaba que su familia era posible que se estuviera enterando de su suerte por esta fotografía.
La pelota está siempre en el editor de cada medio. Recuerdo un atentado en el metro de Moscú. A través de redes sociales circulaban imágenes de víctimas dentro de los vagones. En El País localizamos al supuesto autor de una de ellas, y teníamos incluso el permiso para reproducirlas. Decidimos finalmente que esas imágenes no añadían nada.
¿Cuándo una imagen no añade nada? Generalmente el umbral lo coloca la línea editorial de cada medio. Si tiende al amarillismo, el limite es más bajo. Si tiende a la prudencia, el límite y el debate es complicado y arduo. Nunca hay una respuesta unívoca, al tiempo que esa duda nos hace avanzar. Siempre se repite este axioma: “Si no añade nada, la imagen no se publica”. ¿Añadía, luego, esta foto algo? Yo me inclino más hacia el no el caso de la imagen bruta, sin recortar.
La imagen — en la versión recortada — fue reproducida por casi todo los medios. El Portland Press Herald entrevista al hombre del sombrero vaquero que ayudó a esa víctima. Se llama Carlos Arredondo, es padre de un soldado muerto en Irak y ahora un activista pacifista. Hay otra imagen de ayer protagonizada por Arredondo, sosteniendo una bandera estadounidense manchada de sangre:
Carlos Arredondo se convierte así en un protagonista de esta historia a partir de la tan polémica foto. Así se construyen las imagenes, por su fuerza, por su polémica, pero sobre todo por quienes las protagonizan
Quiero también destacar el trabajo de John Tlumacki, fotógrafo del Boston Globe que firmó grandes fotografías ayer y que fueron recogidas por las grandes portadas. En Time le hicieron esta breve entrevista, donde cuenta cómo sucedió todo. Tlumacki es fotógrafo de plantilla en Globe, donde están sufriendo recorte tras recorte.
La imagen que más me llamó la atención de Tlumacki es esta por la que se ha decantado, entre otros, The Washington Post:
Tlumacki también es el autor de la foto de portada del The New York Times:
Y Tlumacki también firma la imagen que ha seleccionado El País, que les llega por Getty Images:
No tan al margen .Vivimos con prisas y con poco espacio. Hay que ser los primeros en contarlo todo y encima a golpe de 140 caracteres. No es en si ni bueno ni malo, solo que algunos lo hacen bien y otros lo hacen mal.
Un atentado como el de ayer en Boston es una de esas noticias que moviliza a todas las redacciones con pretensión digital. Todo ‘el músculo’ se dedica a la noticia. Pero la fuerza no significa exactamente la inteligencia: mucha información solo genera caos.
Ayer, después de mucho tiempo, viví una noticia de estas alejado de una redacción. Me enteré por La Brújula de Onda Cero de las explosiones. Tardé media hora en conectarme. Casi todo el mundo twitteaba sobre el atentado. Gente situaba a miles de kilómetros iba diciendo que hacía falta sangre (¡¡obvio!!), que la gente se alejara de la zona, repetíamos hasta la saciedad que Google había puesto en marcha una página para saber sobre la suerte de participantes en el maratón…todo el mundo tenía algo que decir, pero caíamos todos en repetir lo mismo. Mucha información termina siendo un caos.
Por eso ayer volví a admirar a The New York Times, que desde luego no es admirable en todo, pero en esto si: publicar lo esencial, lo imprescindible y lo que esté contrastado. No hace falta bombardear al lector con todo lo que te llega.
Y ayer también aplaudí el gran trabajo de Marca TV, que hizo una cobertura excepcional del atentado, con mucha prudencia y cautela, con conexiones en directo desde Boston con participantes españoles en la prueba, entrevistando al inútil consul español en Boston… Demostraron que se puede hacer televisión de calidad con poco presupuesto, que solo hace falta un smartphone y banda ancha para emitir imágenes aceptables desde un lugar remoto, pero sobre todo que hace falta cabeza y buena dirección.