Los asesinatos ayer en el estadio de Port Said tras la invasión y persecución de seguidores de Al Ahli en el campo de Al Masri denota algo más que una lucha entre dos aficiones rivales.
Egipto vive en la inseguridad. Los aficionados y jugadores de Al Ahli acusaron a la policía de dejación de funciones y falta de protección. El primer cargo público en ser destituido ha sido el responsable de la seguridad de la ciudad. Simplemente hay que ver las imágenes para darse cuenta de la ineficiencia de la policía desplegada, mucha de ella sin uniformar.
Más allá de la falta de seguridad (intencionada o no), el contexto donde ha ocurrido todo (un estadio de fútbol), no deja de ser significativo. El estado de emergencia estuvo vigente en el país hasta el pasado miércoles, poniendo fin a 30 años de excepcionalidad en las leyes, restringiendo derechos como el de reunión. Dos lugares estaban casi a salvo de esas restricciones: por un lado las mezquitas, porque nadie puede impedir que la gente se reúna a rezar, pero desde luego también para tratar temas políticos (allí está el auge de los movimientos islamistas, hoy mayoritarios en el país); por otro lado, los estadios de fútbol.
Las hinchadas en Egipto han tenido una connotación política desde que surgieron. Está el caso del Zamalek, equipo de El Cairo, nacido de la alta burguesía, que apoyó a la monarquía del rey Faruk y no tuvo excesivos problemas con el poder; enfrentado, Al Ahli, que nació contestario al colonialismo y al poder. Durante todos 30 últimos años de régimen de libertades limitados, los movimientos ultras en el fútbol han ido creciendo, en muchos casos sin connotación política, pero siempre organizados como fuerzas de choque.
Hoy Al Jazeera recupera este reportaje de noviembre pasado sobre el papel que tuvieron determinadas hinchadas en la plaza Tahrir, como fuerza de choque ante los esbirros de Mubarak. Allí pintaban el acrónimo ACAB (All Cops Are Bastards, todos los polis son bastardos) en sus tiendas de campaña, toda una declaración de intenciones repetida entre los hooligans de todo el mundo. Si antes estos ultras se enfrentaban a la policía en tiempos Mubarak, el foco ha cambiado hacia el Ejército.
En un primer momento el partido de los Hermanos Musulmanes se apresuró a acusar al os seguidores de la dictadura derrocada. En su comunicado oficial sobre la tragedia, no hay ninguna referencia a los pro-Mubarak, pero si ponen el acento en el ambiente de inseguridad y llama a la junta militar a garantizar la seguridad. La ineficiencia de la gerencia militar presidida por el mariscal Tantawi en materia de orden público es el mejor argumento contra ella por parte de los partidos islamistas.