Annie Leibovitz, premio Príncipe de Asturias
Moeh Atitar de la Fuente - Thursday 23 de May de 2013
Una fotógrafa se alza con el premio príncipe de Asturias de la Comunicación y Humanidades. En la terna se la jugaba con la agencia Magnum y la periodista Amanpour. Quizá hayan hecho mucho más por la (buena) comunicación y la humanidad(es) la agencia y la periodista que esta artista, pero los premios jurados son, y así justifican el galardón:
La estadounidense Annie Leibovitz ha sido una de las dinamizadoras del fotoperiodismo mundial y es una de las fotógrafas más respetadas en Europa y América. Tras una etapa como reportera que finalizó en la Guerra del Líbano, ha firmado decenas de portadas de las revistas más prestigiosas y se ha consagrado con instantáneas y retratos que reflejan una época de la política, la literatura, el cine, la música y el deporte a través de sus protagonistas.
A Leibovitz le podían haber dado el Príncipe de Asturias de las Artes perfectamente (Sebastián Salgado, otro fotógrafo mediático y estrella, se lo llevó en 1998), por la segunda parte de su trayectoria. La fotógrafa cambió de estilo con el nuevo siglo, quizá al abrazar y bien abrazado las posibilidades de la fotografía digital: sus fotos de los últimos 15 años son una feria, un artificio, un cuadro, una ñoñería y todo un arte puesto al servicio del star system Vanity Fair mediante. Es una artista al modo de Rembrandt, con un gran taller detrás con el que trabaja para ella dejar su sello.
Fotográficamente – y alejado del arte, porque la fotografía no puede ser arte, pero ese es otro cantar – me interesa la Annie de carrete, de fotografía analógica que se resume en la pura sencillez, donde se la puede calificar de fotoperiodista. Annie arranca su verdadera carrera como fotógrafa en “una pequeña revista publicada en San Francisco”. La fotógrafa era igual de pequeña que esa revista, Rolling Stone. Contando esos inicios es cómo arranca Annie Leibovitz at work, una delicia donde cuenta en primera persona cómo trabaja, y que recomienda a cualquiera que quiera reconciliarse con esta fotógrafa si en algún momento se ha llegado a cabrear con sus fotos. Allí cuenta que sus héroes iniciales fueron Henri Cartier-Bresson, Avedon, Irving Penn y Robert Frank. Y los trazos de Frank más que de los otros se ve en esas imágenes iniciales, para saltar luego a Avedon y Penn en sus retratos. Afortunadamente no hay imitación de Cartier-Bresson, porque toda imitación del francés es pura horterada.
En esos tiempos Annie Leibovitz ya era una gran retratista. De allí surge una de sus primeras fotos icono, elevada a categoria, y que todo el mundo asocia a los protagonistas: John Lennon, desnudo y en posición fetal, abrazando y besando a una erguida Yoko Ono. “Has capturado nuestra relación exactamente”, le respondió Lennon cuando durante la sesión vio una polaroid de prueba. Era el 8 de diciembre de 1980 y Lennon iba a ser asesinado la noche de ese mismo día, sin llegar a ver el verdadero trabajo final de Leibovitz.
Si algo es Leibovitz es una gran retratista. Y lo era más en sus inicios que su época actual de luces e imágenes superpuestas con ordenador. Sospecho que cuando eres la que más cobras tienes que justificarlo de alguna manera con todo el despliegue que haces. Pocos son los que cobran un pastizal con tan solo tres luces en el set y algún panel.
Y si el retrato es su especialidad, la foto a una Demi Moore embarazada que hizo para Vanity Fair es una de sus imágenes más reconocidas y que más dio que hablar: en 1991 fue un atrevimiento sacar a una desnuda pero tapada Demi embarazada. Sobre esa foto, la propia Leibovitz niega que sea una de sus mejores fotos y escribe en citado libro:
Unos meses después de que la foto de Demi Moore fuera publicada, una exposición de mi trabajo entre 1970 y 1990 fue inaugurada en el International Center Photography de Nueva York. El director del centro, Cornell Capa [hermano de] quería explotar la foto y colgarla en las escaleras. Yo no le iba a dejar. Era una imagen popular, rompedora, pero no pienso que sea una fotografía buena per se. Era una foto de portada de una revista. Si fuera un gran retrato, no estaría cubriéndose los pechos. No estaría necesariamente viendo a la cámara. Hay diferentes criterios para las portadas de revistas. Son simples. Ponerle tipografía no las destruye. A veces no necesitan ni tipografía. Mis mejores fotografías están dentro de la revista.
Llegado al estrellato máximo Leibovitz tomó el camino de la sofisticación y de las grandes producciones. Sus sets no le envidian en artilugios a una buena producción cinematográfica. El dinero le ha entrado a raudales, pero ser buenísimo en tu trabajo no supone ser buen gestor. Siendo de las mejores pagadas, con contrato en exclusividad para Vanity Fair y Louis Vouitton tuvo que ceder los derechos de explotación de sus fotos a un fondo de inversión buitre para hacer frente a sus deudas. Deudas que venían de excentricidades cómo mandar a sus asistentes a comprar cuadernos de notas para sus hijos. La tienda estaba en París y sus ayudantes viajaban siempre en primera desde Nueva York.
La Leibovitz actual se resumen en este vídeo de la sesión de fotos con la reina Isabel de Inglaterra. No se escandalicen cuando vena a la reina posando en un croma antes de que su real estampa sea pegada en un paisaje. A ver si ahora la llaman manipuladora de la verdad, que esta si lo es, porque está en otro campo de la creación.
PS: Sebatian Salgado y Annie Leibovitz son hasta ahora los únicos fotógrafos que han ganado un Príncipe de Asturias. Creo que no hay fotógrafos más mediáticos. Sospecho que ese criterio tiene mucho que ver a la hora de dar este galardón a un fotógrafo. Y también sospecho que pasarán muchos años hasta que otro fotógrafo sea el tercero. Y serán los fotógrafos de Magnum. Espero.