Y dejamos a su suerte a los que pudieron acabar con Gadafi
Moeh Atitar de la Fuente - Monday 14 de March de 2011
El Ejército de Gadafi avanza sin pausa hacia la capital rebelde Bengasi. Ha seguido el guión de la superiodad. Una superioridad aérea, frente a un ejército rebelde que tenía cada vez poco menos de ejército.
Contaban los rebeldes con poca fuerza, con pocas armas. Se había ya encargado Gadafi de quitarle todo el peso militar posible a la zona, empezando por la academia donde el mismo se formó en la ahora casi sitiada Bengasi. Los carros de combate bajo control rebelde, los T-55, son obsoletos y poco tienen que hacer frente a los 2-S21 y menos frente a los modernos T-62 y T-72 que Gadafi bien se guardó de tener bajo control en Tripoli. En los primeros días del alzamiento, Gadafi neutralizó a los cuarteles en Tripoli que podían ponerse de lado de los rebeldes, con un bombardeo atroz sobre las instalaciones militares. La base aérea Gamal Abdul el-Nasser, en el este a 16 km de Tubruk, y bajo control rebelde, tenía aviones o helicópteros operativos cuando llegaron los insurrectos. A los rebeldes alzados solo les quedaba además de los viejos tanques, arsenales con armas ligeras (Ak-47), RPG, alguna batería de Katiusha, los misiles antiaéreos SA-7 Grail de la clase “dispara y olvida” así como antiaéreas ZSU 23mm. Los rebeldes han intentado seguir la táctica de la Guerra de los Toyota, desarrollada por Chad en 1986 contra la propia Libia, usando las pickup Toyota para trasladar a la tropa o para montar en ellas armas pesadas y armas antieaéreas, manejadas no por duchos y formados soldados, que poco tenían que hacer frente a los cazas MIG-23 y los helicópteros MI-24. Los rebeldes solo han conseguido en estos días de guerra derribar a un único aparato.
Con esta aplastante superioridad, Gadafi ha rehusado cualquier batalla cara a cara, ordenando un inteligente repliegue de sus tropas leales en los primeros días de avance de los rebeldes, y usando simplemente la fuerza aérea. De allí que desde el primer momento se pidiera una zona de exclusión aérea (que implica bombardear a la fuerza aérea de Gadafi así como sus defensas antiaéreas) que la comunidad internacional se ha visto incapaz de llegar a un consenso para lograrla. Puede que, a las puertas de Bengasi, ya sea demasiado tarde.
Los rebeldes no han contado con ningún apoyo significativo del exterior. Puede que el fantasma de Al Qaeda azuzado por Gadafi en sus delirantes discursos haya surtido algún tipo de efecto, sobre todo cuando EE UU veía con recelo al este, al ser una suerte de cantera para combatientes de Bin Laden mandados a Irak. Sobre el terreno, cierto es, que no se ha significado de momento ningún movimiento de radicalidad. Ahora bien, el abandono a su suerte, sin ningún tipo de apoyo por parte de la UE o de EE UU, y a la espera de una resolución del Consejo de Seguridad más que tardía, puede hacer que estos grupos ganen más protagonismo, en una guerra de escaramuzas y más irregular y asimétrica todavía de la que estamos viendo estos días.
Puede que esta haya sido la lectura que haya hecho Sarkozy y con la que ha convencido a Gordon. De momento el eje París Londres — ¡junto a la Liga Árabe!, sorpresas te da la vida — son los únicos que han abogado abiertamente por una acción militar encaminada hacia la zona de exclusión aérea. Con Gadafi a las puertas de Bengasi — la prueba es que la mayoría de la prensa extranjera se ha replegado, como no podía ser de otra manera, a Tubruk — esta medida puede que llegue demasiado tarde. En un tiempo, la UE y EE UU, se tirarán de los pelos por no haber hecho algo antes, como podían haber hecho con Sadam en 1991. Dejaron a un dictador en su sitio, cuando tenían la posibilidad de ser vistos como libertadores; en la siguiente, puede que sean vistos, de nuevo, como invasores.