El autorretrato como terapia
Moeh Atitar de la Fuente - Saturday 27 de November de 2010
Todo fotógrafo se ha hecho fotos. Habrá incluso quién lo niegue, pero la tentación de autorretratarse está presente desde los inicios de la fotografía. Se dice que una de las primeras fotografías hecha a una persona, es la que Robert Cornelius se hizo a si mismo con la técnica primitiva del daguerrotipo allá por el año 1839. Es significativo que una de las primeras fotografías a humanos sea la del propio fotógrafo. Le exigió desde luego estar congelado como una estatua, durante muchos minutos, para que saliera lo que salió.
El autorretrato tiene un componente alienador. Retratista y retratado, de una vez. Es traspasar el espejo en el que cada uno se ve todas las mañanas. Captar el gesto que uno exige al retratado, y exigirle al retratista que saque el gesto que uno quiere. Y no es fácil el cambio constante de posición: “Estoy tan fuertemente ligada a la forma en que veo a través de la cámara”, decía Liebovitz en una entrevista con Ingrid Sischy, “que llegar al otro lado me resultaría muy difícil”.
Otros han visto en el autorretrato la mejor manera de canalizar su autodestrucción. La fuerza del autorretrato es lo que marca la corta obra de Francesca Woodman (1958-1981). Sus imágenes son autodestructivas. Es el conducto hacia una locura, que terminó con su suicidio. Ese final está presente, de uno u otra manera, en sus imágenes. La autodestrucción se convierte en sinónimo de su obra.
Pero han usado o usan la fotografía como terapia. Esta semana me ha sorprendido dos trabajos, que comparten el género y el enfrentamiento de manera frontal a la enfermedad.
El primero es el trabajo que ha ido haciendo con su móvil el ex presidente de Generalitat catalana, Pasqual Maragalll, aquejado del mal de Alzheimer. Pasqual Maragall mira, es el título de la obra, publicada por Blume. “La fotografía es un vicio de ex”, recogía El País sus declaraciones, “de ex alcalde, de ex político… Cuando ya no puedes cambiar la realidad, lo que haces es fotografiarla y, como mucho, retocarla estéticamente. En realidad lo que haces es reordenar el pasado”.
El segundo trabajo es, quizá, más crudo, más directo. En Aftermath, la fotógrafa Kerry Mansfield, se fue retratando mientras iba siendo tratada de un cáncer de mama. En Fraction Magazine, la autora cuenta cómo desarrolló este proyecto, con unos autorretratos que nadie presenciaba, en su casa, ella y la cámara, “documentando la catarsis mi propio tratamiento de cáncer”.