Guerra y Paz

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Moeh Atitar de la Fuente

Periodista, fotógrafo y blogger. Más sobre el autor.

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Derrota en Irán

Moeh Atitar de la Fuente - Saturday 13 de June de 2009

Y ganó Ahmadineyad. No por poco, sino por una victoria contundente: el actual presidente se adjudica más del 60% de los votos con el 70% escrutado.

Dos hipótesis: o la marea verde de Musavi nos había parecido tan buena desde fuera que no valoramos la fuerza de Ahmadineyad, o en las elecciones ha habido tongo. Como hipótesis de partida, y teniendo en cuenta la calaña del vencedor, uno se inclina a pensar que la victoria no ha sido desde luego muy limpia.

La autoproclamada revolución islámica iraní nació en las calles, con un retórica de enfrentamiento a la dictadura sátrapa del shá. Los ayatolás se encargaron de limpiar toda intelectualidad (principalmente de partidos de izquierdas como el comunista) que se había sumado, en parte, a las manifestaciones para derrocar al régimen anterior. La libertad reclamada quedó ahogada ante el fundamentalismo impuesto a toda una sociedad, con unos clérigos que deciden, en el fondo, hasta quién es digno de presentarse en las elecciones para que no se socave los principios de su tan cacareada revolución islámica.

Con todo esto, la juventud, la clase urbana, se había sumado, en apariencia, a la candidatura de Musavi. No es que este fuera un adalid de la libertad como se entiende en otras latitudes razonablemente democráticas, sino que no era un ultraconservador como lo es el personaje Ahmadineyad.  Musavi era ese aire de libertad que necesita la juventud que nos resulta aquí atrayente: universatarios, rebeldes, contestarios con los ultraconservadores, que se cuestionan la herencia de una revolución que no fue suya, que no la vivieron, y que les marca los principios más básicos de su vida privada.

Un régimen basado en una revolución inicial corre un riesgo serio cuando las generaciones que han vivido esa revolución empiezan a cuestionárlo; y el todo empieza con la revolución misma. Estos jóvenes que han apoyado a Musavi son de las primeras  generaciones de jóvenes y universitarios que han vivido poco o nada la revolución de 1979, y cuya retórica es menos palpable en la realidad.

El régimen de los ayatolá sabe que los únicos que pueden disputarle el futuro son esos jóvenes. Por eso han cerrado las universidades, suspendido los exámenes y prohibido las concentraciones, como se hizo en otras ocasiones, pero han actualizado las medidas preventivas: Internet no funciona del todo bien, han bloqueado el acceso a más páginas de lo que es habitual y los sms funcionan más mal que bien. Saben los ayatolás que hoy en día las revoluciones no empiezan solo con pancartas y gritos en las calles, sino también en foros de Internet y mensajes por sms.

La reacción del derrotado ha sido denunciar el tongo, pedir a sus seguidores que no claudiquen y clamar a los clérigos (invocando los principios mismos de la revolución)  para que anulen las elecciones y que no se permite la instauración de una dictadura en Irán, más allá (y este es un añadido de quien escribe) del régimen mismo de los ayatalás.

Toda esa ola verde, toda esa participación que se adjudican los seguidores de Musavi, queda hoy frustrada por la derrota, y es posible y desable que empiece a suponer un divorcio aún mayor entre los clérigos gobernantes y la sociedad civil urbana. Urbana porque tampoco es descartable que Ahmadineyad haya ganado de calle, azuzando el voto más retrogrado y rural. Entonces, la frustración de los seguidores de Mushavi es aún mayor: son una minoría pensante.

Seguiremos pendientes de lo que pase en Irán, porque el resto del mundo se juega también mucho: el programa nuclear iraní, las ganas que le tiene Israel al país persa, el papel que Irán tiene en Irak, Líbano y Palestina y la respuesta del régimen a la mano tendida de Obama, que corre el riesgo de quedar congelada.